De sobras es conocida la querencia por las fotos de los ciudadanos del país del Sol naciente. Durante décadas los turistas japoneses han visitado el mundo con sus cámaras colgadas al cuello, fotografiando todo monumento que se les ponía a tiro. Hace años, sin embargo, que las cámaras dieron paso a los móviles y a los selfis por doquier. Sin embargo, en Japón se ha mantenido casi intacto un fenómeno que surgió a finales de la década de los 90, el 'purikura', un fotomatón que permite que varias personas se tomen fotos a la vez, las retoquen o las sobrescriban con lápiz óptico. Vamos, algo parecido a lo que aquí se estila en las bodas, cuando acaba el banquete y pinchan los primeros temazos de la disco.

En un sótano de una tienda del moderno distrito de Shibuya, en Tokio, de pie frente a un espejo largo, dos chicas de secundaria en uniforme arreglan sus peinados. Más adelante, algunos estudiantes retocan su maquillaje. Esperan su turno para tomarse un 'purikura'.

Verdadero fenómeno social de finales de la década de 1990 en Japón, este tipo de fotomatón aumentado celebra su 25º aniversario y sigue siendo popular en el archipiélago, a pesar de la competencia de los teléfonos inteligentes y sus selfis, de los cuales es el antepasado.

A diferencia de los fotomatones ordinarios, 'purikura', abreviatura japonesa para "club de impresión", permite que varias personas tomen fotos, las retoquen, las decoren o escriban con un lápiz óptico.

"TODAS LAS CHICAS LO HACEN"

"Para nosotros, es una parte esencial de la vida cotidiana", explica Nonoka Yamada, una estudiante de secundaria de 17 años. "Todas las chicas de mi clase lo hacen".

"Ayuda a lucir 'kawaii' más bonita y transformar el rostro", agrega.

Según Yuka Kubo, una investigadora independiente que estudió el fenómeno durante varios años, la atracción del 'purikura' entre las jóvenes japonesas es un legado de la tradición pictórica japonesa, donde "la cara que se muestra y que expresa su individualidad es paradójicamente no la que tenemos, sino la que creamos ".

Así, en el 'bijin-ga' pinturas de personas hermosas, una de las grandes corrientes del arte pictórico japonés antiguo, "lo que se representa no es el rostro real de estas bellezas" sino que se distorsiona hasta el punto de ser irreconocible, explica.

SEGÚN LAS MODAS

El mercado 'purikura' alcanzó su punto máximo en 1997, con 101.000 millones de yenes en ingresos (el equivalente en el momento de 689 millones de euros), según la Asociación de la Industria del Entretenimiento de Japón (JAIA).

Su declive se aceleró con la llegada de los primeros móviles con cámaras integradas. En el 2018 solo ingresó 23.900 millones de yenes (190 millones de euros). Sin embargo, hace dos años aún había 10.000 'purikuras' en Japón (cinco veces menos que en 1997, según la JAIA).

Aunque menos visibles, estas máquinas han continuado encontrando su audiencia, adaptándose a las modas e incorporando avances tecnológicos.

Las funciones de retoque rudimentario aparecieron en 1998. El reconocimiento facial, introducido en el 2003, permitió centrarse en ciertas partes de la cara, lanzando en particular "la moda de los ojos enormes", relata la estudiosa Kubo. A partir del 2011, "la tecnología hizo posible retocar las caras más finamente" para tener "una mejor apariencia, una piel más lisa y una cara más alargada".

En los últimos años, el 'purikura' ha estado intentando sobre todo resaltar su complementariedad con los teléfonos inteligentes y las redes sociales, y destacarse del selfi promoviendo la experiencia amigable de una sesión de fotos grupal.

Las máquinas ofrecen descargar las fotos y publicarlas en las redes sociales. "Las chicas también se filman con sus 'smartphones' durante la sesión y suben el vídeo en Instagram, para compartir toda la experiencia", señala Kubo.

EL REGRESO DE SEGA

Una de las razones del éxito duradero de 'purikura' es que "siempre ha sido un medio de comunicación", dice la investigadora.

En la década de 1990 "no había redes sociales, pero las chicas recortaban la hoja de 16 fotos que salían de la máquina, algunas las pegaban en un cuaderno especial y las otras las guardaban, las mostraban o las intercambiaban con sus amigos", como una versión analógica de las fotos en las redes sociales de hoy, señala Kubo.

Al igual que toda la industria del entretenimiento, los 'purikura' se han visto afectados por la pandemia de coronavirus. Las salas de juegos electrónicos, donde estos dispositivos a menudo se instalan, tuvieron que cerrar entre abril y mayo bajo el estado de emergencia en Japón, y el sector ahora está tratando de tranquilizar a los clientes.

"Hemos tomado medidas de higiene, colocando gel desinfectante en la entrada o acortando las cortinas de la cabina para que circule el aire. Y los clientes ya han regresado, incluso más rápido de lo que pensábamos", afirma Yuki Hikita, portavoz del fabricante de 'purikura' Furyu.

Señal del potencial que aún tiene en el sector del ocio, el grupo Sega, uno de los pioneros de 'purikura', ha anunciado recientemente que lanzará una nueva máquina este otoño, la primera en 20 años.