Querida Marta:

Hoy día 6 de septiembre del 2020 hace once años que iniciaste el camino de tu regreso a casa. Para los que tuvimos la suerte y el privilegio de compartir contigo este sueño ya nada es igual. En mi caso me queda la gratitud al padre celestial por ser tu padre terrenal y de haber vivido esa gran experiencia.

Conservo en mi corazón, porque sigo escuchando, porque sigo sintiendo, en el aquí y ahora a ese cascabelito amoroso que le ponías a tu voz cuando pronunciabas las palabras, «papi, papi, mi papi» y esto yo lo mantengo presente porque para mí es una evidencia de nuestra divinidad humana es la inmortalidad del amor, ya lo dijo Jesús de Nazaret contestando a un discípulo que le preguntó sobre la muerte: «Es imposible que del padre celestial venga nada malo».

Gracias, hija mía, aprendí mucho a través de ti, desde el dulce sentimiento de lo vivido y el amor que nos tenemos te recuerdo con todo mi cariño.

Papá