Este fin de semana entra en vigor el horario de invierno, que se aplicará la madrugada del sábado al domingo y supondrá retrasar los relojes una hora. El cambio se hará efectivo a las 3.00 horas del 29 de octubre, cuando volverán a ser las 2.00 horas. Esta medida representará el cierre del horario de verano, que empezó el pasado 26 de marzo.

El ahorro de energía, calculado en unos 300 millones de euros --seis por hogar--, es el motivo tras el cambio de hora, pero cada vez más voces cuestionan esa medida con el argumento de que la luz que no se usa a primera hora del día se gasta por la tarde debido al atardecer más temprano.

La crisis del petróleo de 1973 llevó a instaurar el cambio horario, que en la actualidad aplican unos 70 países en todo el mundo, especialmente los industrializados.

La directiva europea que obliga hoy a los Estados miembros a la modificación horaria persigue igualmente un ahorro energético a través de la reducción en el consumo de iluminación que, en el caso de España, alcanza el 5% según el Instituto para la Diversificación y el Ahorro de Energía.

La modificación horaria tiene un impacto en los biorritmos, similares pero menos bruscos que el fenómeno jet-lag, que se produce tras un largo viaje. Los más afectados son las personas con patologías, los bebés y las mascotas.

Es en el momento de despertarse, cuando el reloj biológico marca la hora a la que está acostumbrado, cuando se producen alteraciones a las que el organismo acabará adaptándose rápidamente.