Las angostas calles de la Ciudad Vieja de Jerusalén son un hervidero de peregrinos locales y extranjeros la tarde del Viernes Santo. Miles de personas siguen la procesión hasta la iglesia del Santo Sepulcro, donde la tradición señala que Jesucristo fue crucificado, enterrado y resucitó. Este año, el Via Crucis no se ha celebrado y nadie ha podido acceder al Santo Sepulcro, cerrado desde hace días. Las calles están desiertas, las tiendas de recuerdos no abren y no queda ni rastro de turistas. La pandemia del coronavirus ha frustrado tradiciones de centenares de años.

«Por respeto a las normas impuestas (por las autoridades) y por nuestra protección y la de todos, no podemos celebrar la Pascua como hacemos cada año», explica por teléfono Sandrine Amer, directora de la Young Women’s Christian Association (YWCA) de Jerusalén.

El Gobierno israelí decretó que no se pueden reunir más de diez personas y prohibió que los ciudadanos se alejaran de su casa más allá de un radio de 100 metros. Miles de palestinos cristianos presencian, resignados, una Semana Santa insólita. «Vivo en el barrio cristiano de la ciudad vieja. Celebrar en comunidad las tradiciones, participar en las procesiones y las misas forma parte de mí. Este año está siendo muy difícil, sobre todo, tener a las familias divididas (por el confinamiento)», comenta Sandrine Amer. «Al menos oigo las campanas de todas las iglesias y los rezos que se han organizado desde los terrados. Cada uno ha tenido que hacer de su casa su iglesia», afirma Amer. Y cuando se acabe la Pascua católica llegará la ortodoxa, el 19 abril y unos días antes terminará la Pascua judía, también afectada.