Hasta ahora se había determinado que el riesgo de que las mujeres sufran violencia machista es mayor en parejas con bajo nivel de estudios y de renta, sin que ninguno sean factores determinantes. Y ahora un estudio del think tank Funcas arroja más luz y concluye que no influye tanto el nivel económico de la unidad familiar como quien de los dos perciba las rentas del trabajo. De esta forma, si ellas trabajan pero el hombre no, se incrementa exponencialmente el riesgo de que aparezcan los malos tratos.

“Aquellas mujeres cuya pareja está trabajando son mucho menos vulnerables a sufrir violencia que las mujeres cuyos cónyuges no trabajan, y menos aún si ellas también trabajan. Cuantitativamente, la probabilidad de maltrato para este tipo de mujeres se reduce a menos de la mitad”, concluye el informe, que fija que el riesgo es de 2,9 a 1,9 puntos porcentuales menor para las mujeres cuya pareja trabaja, teniendo en cuenta tasas de violencia física del 3,9%, por lo que es bastante significativa la situación laboral del hombre.

El resultado hace concluir a los investigadores, los profesores de la universidad Carlos III César Alonso-Borrego y Raquel Carrasco, que no basta con “empoderar” a las mujeres, término usado para referirse a la necesidad de que las féminas alcancen más cotas de poder en la sociedad y las unidades familiares. Además, este efecto podría tener efectos perniciosos, puesto que los datos confirman la llamada teoría del ‘male backlash’ o del ‘contraataque’, según las cuales cuando un varón ve cuestionado su papel tradicional como sustentador principal puede infligir violencia para reafirmar su posición dominante. “El empoderamiento - concluye por tanto Carrasco- reduce el riesgo pero si él goza de empleo”.

LA MATERNIDAD Y EL CUIDADO DE LOS HIJOS

El número 27 de la revista Panorama Social, editada por Funcas y destinada en esta ocasión a las múltiples brechas de género, concluye además que la sociedad española ha avanzado mucho hacia la igualdad pero aún queda “mucho por hacer”, según explicó Elisa Chuliá, directora de estudios del think tank en la presentación del informe.

Así, el apartado destinado a las desigualdades de género en el mercado laboral colige que la maternidad aleja cada vez menos a las mujeres del empleo, ya que en apenas 12 años la tasa máxima de actividad femenina se ha trasladado del grupo de 25 a 29 años (83% en 2005) al de 40 a 44 años (86% en el 2017). Ello indica que la práctica de abandonar el trabajo para centrarse en el cuidado de los hijos tiende a desaparecer. Si bien, según alerta la investigadora Gloria Moreno, los motivos que hay detrás son que las mujeres esperan a tener consolidada su carrera profesional para ser madres y así intentar que esta situación no les lastre en el mercado laboral o renuncian directamente a la maternidad, como demuestra que España sea uno de los países con tasas de natalidad más bajas.