Surrealista e insólito hurto con final feliz en Estados Unidos. El pasado lunes, el acuario de San Antonio vivió el robo de un ejemplar de tiburón, al que los ladrones estuvieron buscando durante horas. Después de dar finalmente con el escualo en el interior de una piscina interactiva, los cacos --dos hombres y una mujer-- aprovecharon que el empleado de la zona atendía a otros visitantes para sacar con sus propias manos al animal, de apenas 40 centímetros. En las cámaras de seguridad a las que han tenido acceso las autoridades, se observa cómo los sospechosos se aproximaban al recinto en el que está el tiburón y lo capturan con una red que guardaban escondida, después de horas paseando por el acuario yendo en su búsqueda.

ECHARON LEJÍA // Según el comunicado que publicó el complejo de San Antonio en su cuenta oficial de Facebook, dos hombres y una mujer fueron los responsables de este hecho. Además, trataron de dañar a otros animales echando lejía para las herramientas de la instalación, pero gracias a la rápida intervención de los empleados del acuario, no sufrieron más daños. Tras conseguir capturarlo, introdujeron al escualo en un carrito de bebé, lo taparon con una especie de sábana para tratar de ocultarlo lo máximo posible y corrieron hacia el párking del recinto empujando el minivehículo.

RECOMPENSA // Durante horas, el acuario, con la colaboración de la policía, trabajó en la búsqueda del animal y ofreció una recompensa a quien ayudara a recuperarlo. En otras de las imágenes difundidas por el centro, se puede ver a los tres sospechosos cargando al tiburón a un coche.

Afortunadamente, y gracias a la implicación de muchos visitantes que presenciaron el suceso en directo, el tiburón regresó a su pecera particular. Horas después, dos hombres declararon ser responsables de la pequeña hembra, llamada Helen, que ha vuelto en muy buen estado, según apuntaron desde la instalación.

«Solo ha sufrido algo de estrés por la tensión del rapto», comentaba al respecto uno de los cuidadores del escualo en el acuario. «Doy gracias a Dios de que la historia tuvo un final feliz, porque ya nos estábamos haciendo la idea de que no podríamos volver a ver a la pobre Helen», explicó otra trabajadora del recinto.