Antonio de la Torre tardó un año en decidir si protagonizaría 'Que Dios nos perdone'. Finalmente dijo que sí. Que se pondría en la piel de un policía tartamudo tan concienzudo como tímido. Su compañero de reparto, Roberto Álamo, tardó "tres minutos" en aceptar el papel de Alfaro, un agente mazas, ultraviolento y charlatán. Estamos en el caluroso verano de 2011. Los dos policías emprenden una búsqueda frenética y febril por las calles de Madrid contra un asesino de ancianas. La ciudad está tomada por la multitud católica que ha viajado para ver al Papa y por el movimiento del 15-M. 'Que Dios nos perdone', dirigida con brío por Rodrigo Sorogoyen, se estrena el viernes. Es, junto con 'El hombre de las mil caras' (Alberto Rodríguez) y 'Tarde para la ira' (Raúl Arévalo), uno de los grandes 'thrillers' españoles de este año.

"NO PIENSO EN EL GOYA"

Roberto Álamo tiene en bandeja de plata su Goya. Sería el segundo de su carrera tras el que obtuvo por 'La gran familia española'. El Paesa al que da vida Eduard Fernández en 'El hombre de las mil caras' parece el único capaz de disputarle el galardón. En San Sebastián, el actor catalán se llevó la Concha de Plata. ¿Será entonces el Goya para Álamo? "No gasto un segundo de mi existencia en pensar en eso. Nunca he trabajado para que me den un premio. De hecho, más allá de los Goya no sé muy bien cuántos galardones se dan a lo largo del año", afirma Álamo (Madrid, 1970), que ha sido chico Almodóvar y que ha llegado donde está gracias, en otras cosas, al personaje teatral del boxeador Urtain, cuya preparación le llevó un año y medio.

'Que Dios nos perdone' no es solo un 'thriller'. Va mucho más allá de la búsqueda de un asesino en serie. El guion, escrito por Sorogoyen e Isabel Peña y premiado en el festival de San Sebastián, habla de cómo es una ciudad. Y, por lo tanto, un país. Retrata sus calles, sus grasientos bares y su espíritu. España no es una exquisita taza de porcelana. España es un vaso de cristal.

VIOLENTO Y CHARLATÁN

El personaje de Álamo en 'Que Dios nos perdone' es salvaje y tiene un serio problema con la violencia. "Es expansivo y cuenta chistes. Todo lo contrario a su compañero, el inspector Velarde [De la Torre], que es silencioso y tímido. Pero a lo largo de la película el espectador se da cuenta de que hay algo que les une: la soledad. Ninguno de los dos tiene armas emocionales para comunicarse con los otros de manera afectiva", cuenta Álamo, dueño de un potente físico. Es alto y fuerte. Una de sus manos, adornada con anillos, es bastante más grande que la de cualquier hombre de su edad. Es grande, sí. Pero el madrileño confiesa que es de lágrima fácil. "Por dentro estoy blandito". Lloró, por ejemplo, la primera vez que leyó el guion de 'Que Dios nos perdone'. También lloró el otro día, cuando vio en el supermercado a un niño pequeño que solo quería jugar y cuyo padre, sin embargo, le cogió con infinita prisa. El hecho de ser padre de un chaval de cinco años es algo que ha sacado toda la ternura del mundo a un hombre de teatro al que también se le escapan las lágrimas cuando escucha los aplausos del público.

DE VILLAVERDE

Nacido en Villaverde, un barrio obrero donde no es precisamente fácil que los sueños se hagan realidad, Álamo se convirtió en cinéfilo con 12 años. Sabía quiénes eran Ford y Truffaut. "Pregúntale tú ahora a cualquier chaval si le suenan esos nombres. Es que en mi época, al contrario que ahora, echaban excelentes películas por la tele". Su amor incondicional por el cine nació el día que vio 'Días de vino y rosas' (Blake Edwards, 1962). "Yo quiero ser Jack Lemmon", pensó. Y está en ello.