La historia que leerán a continuación no es ni sobre robots ni sobre la manipulación de formas de vida en etapas incipientes. Tampoco es sobre la génesis de la vida artificial. Es algo más complicado que todo esto. Se trata de la creación de un nuevo tipo de máquinas vivientes. Algo así como un puzle que se descompone, se entremezcla y se vuelve a montar creando una figura nueva y funcional.

Una vez lanzada una advertencia sobre la complejidad de este logro, ahí va la noticia. Un equipo de investigadores ha anunciado la creación de unas minúsculas «máquinas completamente biológicas», de apenas un milímetro de tamaño, a partir de células embrionarias de rana. Es decir, desde cero. «Se trata de un nuevo tipo de artefacto: un organismo vivo y programable», matiza Joshua Bongard, uno de los expertos responsables de esta creación.

Estamos, por lo tanto, ante la primera vez que se crea un organismo artificial (o robot, para que nos entendamos) a partir solo de células vivas y reprogramadas. Pero eso no es todo. El logro, publicado en la revista científica PNAS, responde a una de las grandes preguntas de la biología: cómo las células cooperan para construir cuerpos funcionales y de qué manera podemos intervenir en este proceso para construir un organismo que ejerza una función específica.

Para entender el nacimiento (o la creación, según como se mire) de estos «primeros robots vivientes» hay que empezar por el principio. El experimento comienza en las entrañas del superordenador Deep Green. Es ahí donde se ejecutó un algoritmo para investigar, a partir de una base de datos con un centenar de células digitalizadas, qué combinación de elementos podría dar lugar a una nueva forma de vida que, además, fuera capaz de ejecutar tareas básicas por su cuenta. Las simulaciones desvelaron qué diseños eran más prometedores para estudiarse en laboratorio.

En esta segunda etapa del experimento, se recolectaron células madre extraídas a partir de embriones de ranas africanas (Xenopus laevis). Estas, a su vez, se separaron en unidades y se dejaron incubar. Con la ayuda de pinzas y electrodos minúsculos, se cortaron y pegaron las células en las combinaciones que habían prosperado en el superordenador. Y fue ahí donde se consiguió ensamblar una nueva forma vida que no existe en la naturaleza.

A largo plazo, si se lograra descifrar cómo instruir a una célula para que ejerza una función específica, los expertos consideran que se podría construir o regenerar partes del cuerpo de una persona. Pero, por ahora, todavía es temprano para el entusiasmo.