T ras meses de encierro y paciencia, unos más que otros, no pocos barceloneses tenían la fecha del pasado viernes marcada en rojo en sus calendarios. Inicio de las vacaciones para el turno de la segunda quincena de julio. Otros tantos querían reunirse con sus familiares ya en las segundas residencias o en sus lugares de origen, o simplemente pasar el fin de semana fuera para tomar aire. Pero el viernes por la mañana el Govern anunciaba una serie de recomendaciones para intentar frenar la expansión del virus, entre las que estaba intentar no salir de casa si no es imprescindible y evitar los desplazamientos. Un llamamiento que sentó como un jarro de agua fría para las miles de personas que tenían planes exteriores, pero que no modificó las previsiones de miles de personas.

Al ser solo una recomendación, no una obligación, miles de barceloneses hicieron oídos sordos y entre las tres de la tarde del viernes y las tres de la tarde del sábado, 416.464 vehículos salieron de la ciudad para dirigirse hacia el norte o hacia el sur.

Una cifra, que, calculando que en cada vehículo van tres personas, supondría un éxodo de 1,2 millones de personas, lo que implica, eso sí, un descenso de un 10% respecto a un sábado normal, en el que suelen salir de la ciudad 463.979 vehículos, según cifras del Servei Català de Trànsit.

Así, respecto a la misma semana del 2019 (cuando una pandemia era lo último que pasaba la ciudadanía) el descenso ha sido de un 19,8% (fueron 519.637). Respecto al fin de semana pasado, la reducción es del 7,8% (451.751).

Durante el anuncio de las nuevas medidas y recomendaciones, hechas públicas este viernes y que entraron en vigor este sábado a las nueve de la mañana, los miembros del Govern dejaron claro que los Mossos d’Esquadra no multarían a los coches que, pese a la advertencia sanitaria de que, por el bien común, lo mejor es quedarse en casa, decidieran de todos modos desplazarse hacia los municipios de la costa, donde viven con sentimientos encontrados la llegada de los barceloneses.

Por un lado esperada por la inyección económica que supone para unas poblaciones que en muchos casos viven de ese turismo interior, pero, por otro, con miedo a que el virus vuelva a llegar a sus ahora tranquilos municipios. Este podría ser el caso de localidades de la provincia de Castellón, posible destino de los barceloneses durante este fin de semana. H