España devuelve 650.000 tests rápidos chinos tan certeros como una moneda al aire. El presidente eslovaco propone lanzar esas toneladas de aparatos inútiles al Danubio. Holanda comprueba que 600.000 mascarillas incumplen los estándares. Similares episodios desde Filipinas, Turquía y Malasia están arruinando dos planes: el del mundo aterrorizado, que busca pertrecharse ante la epidemia, y el de China, que pretende erigirse en el flotador en la tormenta.

El atomizado mercado chino ha sido descrito como el salvaje oeste, un nido de piratas o la jungla, así que Pekín mandó parar. La nueva normativa solo permitirá exportar kits de análisis, mascarillas faciales, trajes protectores, ventiladores y termómetros infrarrojos a las compañías que disponen de licencia para el mercado doméstico, según el comunicado del Ministerio de Comercio. El desencadenante fue el caso español, aclaró la prensa local, después de que la compañía Bioeasy exhibiera su certificado europeo.

El episodio genera preguntas incómodas. ¿Es más estricto el sello chino que el europeo o el estadounidense? Los escándalos eran cotidianos una década atrás en un sector corrupto hasta el tuétano, con un incesante trasiego de maletines y leyes tan laxas como ignoradas. Pero Pekín sustituyó las estériles multas por penas de cárcel y cierres inmediatos, estableció un control escrupuloso y limpió el sector. Hoy son los más duros. Un medicamento a la venta en Estados Unidos apenas necesita un par de meses para que Europa lo apruebe, pero el proceso se alarga años en China.

La dramática escasez de material médico ha estimulado un abastecimiento que atenta contra los usos diplomáticos. Funcionarios estadounidenses sacaron la cartera para arrebatar a Francia un cargamento de mascarillas chinas que estaba siendo ya cargado en el aeropuerto. Alemania ha denunciado episodios similares de filibusterismo de Washington.

En ese clima de ansiedad se acercan los gobiernos a China, un mercado que siempre ha exigido cocciones lentas y condenado las prisas y la falta de contactos fiables al fracaso. El aluvión de nuevos participantes solo ha agravado el cuadro. Los precios se han quintuplicado. Las mascarillas quirúrgicas han pasado de ocho a 40 céntimos de euro. Xiao Dong, un intermediario pequinés, explica por teléfono que los ventiladores ya alcanzan los 120.000 yuanes (15.650 euros) y que el precio sube cada tres días. Acaba de enviar 200 aparatos al Reino Unido y es incapaz de atender las órdenes de compra que le llegan de Kuwait, Estados Unidos e Italia.