El carácter agrio no se le puede negar a Rafael Sánchez Ferlosio, fallecido ayer en Madrid a los 91 años. ¿Era malhumor o lucidez? Difícil establecerlo porque dejó de mirar la realidad con otra cosa que no fuera la gama más oscura de los tonos más grises. Vendrán más años y nos harán más ciegos, tituló uno de sus más conocidos libros de aforismos. Su traje de supermán acabó siendo el del gruñón bajo el que le gustaba escudarse para que no se vislumbrara su faceta menos conocida, el cariño probado a su vieja peña de amigos, a la única hija que le quedaba (uno murió a poco de nacer y la otra con 27 años, de sida tras haberse infectado con una jeringuilla), y de la hija de esta, Laura, adoptada en China (cuando hablaba de su nieta se le iluminaba la cara y asomaba un tierno Ferlosio nunca visto), de su mujer, la segunda, Demetria, de quien no podía separarse, hospitalizada hace unos días.

PROSISTA // A este tipo huraño se le considera el mejor prosista de la lengua castellana. Una figura desmesurada, porque hay que tener un ego fenomenal y a vez estar muy seguro de tus opiniones y valía para lanzar diversas pullas a las figuras del poder.

Fue El Jarama, su segunda novela, la que le descubrió para el gran público con un Premio Nadal en 1956. A partir de ese momento Sánchez Ferlosio, fue, para su pesar, ‘el’ autor de El Jarama. Tampoco fue ese un motivo de alegría puesto que abominó de ella mientras su fama no dejaba de perseguirle porque la crítica se empeñó en afirmar, con toda la razón, que se trataba de un hito de la novela realista española -casi se podría hablar de hiperrealismo- de los años 50.

Rafael Sánchez Ferlosio nació en la Roma de Musolini, en 1927, hijo de un miembro fundador de la Falange, el escritor y periodista Rafael Sánchez Mazas que por entonces era corresponsal allí del ABC, y de Liliana Ferlosio, hija de un banquero del Vaticano. La saga incluye al hermano, el cantante Quico Sánchez Ferlosio que sirvió no pocas letras a Javier Krahe, Joaquín Sabina y Alberto Pérez.

OTRAS OBRAS // Niño bien, pronto se convirtió en compañero de generación de Ignacio Aldecoa, Jesús Fernández Santos y Carmen Martín Gaite, con quien se casó y durante 17 años ella fue el contrapeso alegre a su talante cenizo. Antes de El Jarama había escrito una novelita fantasiosa con léxico cuidadísimo Industrias y hazañas de Alfahui publicada en 1951.

Además, escribió obras como Mientras no cambien los dioses nada ha cambiado, Campo de Marte, La homilía del ratón, Ensayos y artículos y El alma y la vergüenza.