Pedro Sánchez es plenamente consciente de que Pablo Casado ha decidido ya su estrategia: polarizar con el Gobierno hurgando en los errores de gestión del coronavirus. Sin embargo, el presidente trata de que que esa presión sobre el Ejecutivo se sitúe en el tejado del PP ofreciéndole lo que menos encaja con los planes del líder conservador: tejer acuerdos y atornillarlo a una mesa para la reconstrucción social y económica del país tras la pandemia. Cuando este lunes a las once de la mañana ambos se reúnan, por videoconferencia, Sánchez contará con el respaldo de haber ido sumando al resto de partidos a ese proyecto. Incluso las excepciones le benefician: Vox y la CUP, las dos formaciones que se autoexcluyen y con las que Casado quedaría alineado si no se une.

Sánchez ha ganado tiempo para sumar apoyos. En dos días consiguió tejer la complicidad de los partidos minoritarios. ERC, Bildu y los miembros del grupo mixto (Unión del Pueblo Navarro, Coalición Canaria, Nueva Canarias, el Partido Regionalista Cántabro, Foro Asturias y Teruel Existe) se unieron ayer a Ciudadanos, PNV, Más País, JxCat y Compromís. «Confiamos y deseamos que el PP se sume a esta iniciativa», destacó la portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, para quien el principal partido de la oposición es una «pieza fundamental» en este diálogo. En la segunda jornada de reuniones, Sánchez no adelantó ninguna hoja de ruta. Tampoco quiso escuchar reivindicaciones territoriales. Solo era una primera toma de contacto, afirmó.

Sí que les subrayó, según fuentes de los partidos canarios y el navarro, los riesgos de la «desescalada» del confinamiento por miedo a sufrir una segunda ola de contagios, como ha ocurrido, citó, en Singapur.