El Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas cerraron anoche el debate sobre la conveniencia de usar las mascarillas en la calle. El nuevo símbolo de la seguridad colectiva pasa a ser obligatorio en todos los espacios públicos donde no pueda garantizarse la distancia mínima de seguridad de los dos metros. El acuerdo llegó después de que varias comunidades autónomas se mostrasen favorables a reforzar este tipo de medidas de prevención para evitar un rebrote de covid-19. Madrid, Cataluña y País Vasco, entre otras autonomías, ya incluían la obligatoriedad de las mascarillas en sus diferentes propuestas de desescalada.

Varios especialistas consultados por este diario coinciden en que, si bien es necesario extremar las precauciones para evitar nuevos contagios, de poco sirve llevar mascarilla si no se hace bien. Y que, además, no hay respuestas universales sobre el buen uso de estas prendas sanitarias. Todo dependerá de las circunstancias en las que se haga.

El SARS-CoV-2, el coronavirus responsable de la actual pandemia, apenas mide unos 100 nanómetros y se propaga a través de las gotas respiratorias que emitimos al hablar, toser o respirar. Las partículas más grandes caen al suelo por su propio peso, mientras que otras pueden mantenerse en suspensión en el ambiente. «Ahora mismo todavía hay poca información sobre cuánto dura el virus en el aire. Los dos principales estudios sobre el tema sugieren que puede resistir entre 3 y 16 horas, pero no sabemos en qué concentraciones. Por eso mismo, ahora que empezamos a salir a la calle, el uso de mascarillas se recomienda para reducir las probabilidades de contagio», sostiene María Cruz Minguillón, investigadora del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC), dedicada en estos días al análisis de la capacidad de filtración de los materiales que se utilizan para elaborar las mascarillas.

«Mi consejo es recurrir siempre que se pueda a una mascarilla homologada porque, al menos, nos puede garantizar que realmente funciona. Pero igual o más importante es utilizarla correctamente siguiendo las indicaciones para ponerla, quitarla y mantenerla puesta», añade la investigadora. Entre los expertos, además, se afianza la recomendación de apostar por prendas que hayan sido testadas por las autoridades sanitarias. Las mascarillas homologadas certifican que el filtro tenga como mínimo un 90% de eficacia para retener el virus y que la respirabilidad sea inferior al 60%.

Pero el uso de mascarillas no solo tiene un porqué sanitario. En un análisis publicado en The New York Times, el antropólogo médico Christos Lynteris explicó, incluso antes de que el covid-19 se convirtiera en una pandemia global, que esta prenda también sirve para «comunicar solidaridad en un momento en que una comunidad es vulnerable a ser dividida por el miedo, entre los sanos y los enfermos». «La cultura de la mascarilla» también habla de un compromiso individual en una lucha colectiva.