El 20 de agosto de 1977, la sonda espacial Voyager 2 despegó de la Tierra rumbo a los confines del Sistema Solar. Ahora, tras más de 42 años de viaje, se confirma que la nave ha logrado por fin su cometido convirtiéndose en el segundo objeto diseñado por la humanidad en alcanzar el espacio interestelar, después de que su sonda gemela lo lograra en el 2012. La NASA ya lo anunció a finales del 2018, pero no es hasta ahora que han llegado las pruebas definitivas que confirman este hito.

La revista científica Nature se hace eco de los secretos interestelares desvelados a partir de los datos aportados por instrumentos a bordo de la sonda a través de una serie de artículos científicos publicados ayer. Ahora que la Voyager 2 ha recorrido una distancia de 119 veces la distancia entre la Tierra y el Sol, la misión ha podido obtener más información sobre cómo es la región del Universo en la que nos situamos.

Se ha demostrado, por ejemplo, que dentro del Sistema Solar, el plasma es más caliente y de menor densidad que el viento solar, la corriente de partículas liberadas por el Sol. En el espacio interestelar, en cambio, una vez superada el área donde el astro ejerce su influencia, el plasma es más frío y denso. Asimismo, también se deduce que los lindares de nuestro sistema son más delgados de lo esperado.