Una de las dificultades que tienen muchos padres es que sus hijos no quieren irse a la cama temprano. Los más pequeños, necesitan dormir un número mayor de horas, superior al de los adultos y adaptado a cada edad, pero no siempre colaboran. Esto puede deberse a miedos, a un exceso de actividad o a una rutina de hábitos inadecuados. Solucionarlo implica cambiar la forma de gestionarlo que se estaba llevando hasta ahora. Un nuevo plan con el fin de que los pequeños cojan una rutina que hasta ahora no tenían.

Las horas de sueño necesarias de los hijos va desde las más de 15 horas que duerme un bebé hasta las 10 que son aconsejables hasta la preadolescencia. Para ello, tienen que acostarse antes de que lo hagan sus padres, lo que hace que ofrezcan resistencia e intenten quedarse con diferentes excusas. Pero siempre hay formas de lograr que acepten y disfruten la rutina.

DORMIR TEMPRANO

Antes de querer adaptar al niño a una rutina de sueño, debemos ser conscientes de que existe unas horas recomendables. Esto hace que no nos quedemos cortos ni que tampoco nos excedamos, ya que entonces será más complicado que se marchen a dormir a la hora establecida. Depende de la edad y de la necesidad de descanso de cada pequeño.

Una vez que sabemos cuáles son las horas recomendables para que haya un descanso óptimo, debemos aceptar que hay ciertos cambios que deben hacerse. Lograr que se acuesten pronto desmorona todo lo que se estaba haciendo y supone, al principio, un esfuerzo extra.

A través de las siguientes pautas, lograrás que tu hijo se vaya a la cama temprano:

1. Rutina

Los niños necesitan que haya una rutina totalmente definida. La hora para dormir debe ser siempre la misma. Aunque no tengan noción del tiempo ni entiendan el reloj, su cuerpo si detecta las señales. Además, para que lo asocien aún más, debe haber varios elementos que tiendan a repetirse, una serie de pasos. Por ejemplo, media hora antes empezar a cepillarse los dientes, ponerse el pijama y recoger sus juguetes. Siempre en el mismo orden. Esto genera una rutina completa.

2. Ocio

Si a la rutina nocturna le acompaña una actividad de ocio con el padre, la madre o ambos, tendrá más ganas de irse a dormir. Esto es especialmente importante cuando no se pasa mucho tiempo con los hijos. Demandan la atención que a la hora de dormir puede satisfacerse.

3. Recordar el día

Una vez metidos en la cama, puede establecerse un ejercicio que ayuda, además, a sumar bienestar. Recordar todo aquello que ha pasado durante el día pone el foco en las emociones positivas. Además, que nosotros también le contemos lo que nos ha pasado, nos acerca y genera escucha activa.

4. Sin castigos

Los niños asociarán todo lo que nosotros nombremos como castigo como algo malo. En muchas ocasiones, les castigamos con irse a dormir. De esta forma, asumen que no es bueno y rechazarán hacerlo. Además, pensarán que si se van a dormir siempre es porque se han portado mal.

5. Ejercicio físico

Uno de los problemas que suelen tener los niños para irse a dormir es que tienen demasiada activación. Si durante el día han estado más sedentarios o pegados a una pantalla, les costará irse a dormir. El juego o actividades con otros niños favorecerán el cansancio.

6. Empatía

Debemos entender los motivos que tienen nuestros hijos para no quererse dormir, escuchar sus necesidades y ayudarles. Si es por miedo, les enseñaremos a superarlo y si es por querer pasar tiempo con nosotros, negociaremos otros momentos o hacerlo más durante el fin de semana.

Que los niños se vayan a dormir temprano no es tarea fácil para ningún niño. Sin embargo, todo es cuestión de rutina, cariño y tiempo compartido. Somos nosotros los que podemos hacerlo más fácil a través de pequeñas pautas y cambios.

* Ángel Rull, psicólogo.