La cifra de nacimientos que se producen en España desciende de forma acentuada desde los años 90 y, tras el paréntesis marcado por la llegada masiva de inmigración ocurrida entre el 2000 y el 2008, no se ha vuelto a frenar la tendencia. Las españolas -el patrón de escasez de embarazos es liderado por Cataluña- nacidas en los años 70 son la generación con menos hijos en la historia de España -una de cada cuatro no tendrá ninguno, indican los estudios demográficos-, una situación que la crisis económica y su reflejo en la legislación laboral han acentuado hasta condicionar, indican, las futuras relaciones de parentesco. Escasearán los hijos y nietos que se ocupan de sus mayores. Las causas de esta situación se entrelazan, pero el primer factor de la ausencia de descendencia es una infertilidad femenina que se explica por la tardanza en intentar el embarazo, lo que, a su vez, es consecuencia de un panorama laboral y económico que repele la idea de asumir lo que cuesta un hijo.

Ya no es excepcional, ni se denuncia, que la entrevista que precede a una contratación laboral incluya cuestiones como si la candidata tiene previsto ser madre. “La última vez que me quedé sin trabajo, en todas las entrevistas laborales, en todas, repito, me preguntaron si quería tener hijos y si tenía pareja estable. Ya no hay disimulo: invaden tu intimidad”, relata Marina V., de 38 años, directora de cuentas de una importante agencia de publicidad de Barcelona. Marina está siguiendo un tratamiento de inseminación artificial en el Hospital del Mar después de 18 meses de intentar una gestación que no llega. Espera conseguirlo ahora.

NO PODRÁ RECLAMAR

“Sé que si me quedo embarazada es muy probable que me despidan, aunque soy una persona valorada en la empresa -asegura Marina-. Si me despiden, no podré reclamar judicialmente porque ahora es legal prescindir de los empleados que empiezan a pedir permisos para ir al médico, o si intentas cambios de horarios. A las empresas no les interesa que estés cuatro meses de baja maternal”. “Claro que me preocupa -reflexiona-, pero ya no tengo tiempo de posponer este proyecto y no pienso dejar que el trabajo condicione mi vida personal”. Los servicios de que dispondrá cuando tenga su hijo, añade Marina, tampoco irán a su favor. “Yo trabajo ahora hasta las 7 de la tarde, pero las guarderías cierran a las 5 -concluye-. Eso es lo que espera en este país a las mujeres que decidimos tener hijos”.

Esther B. vecina de Cornellà, de 42 años, socióloga empleada en una organización de ayuda humanitaria, tiene una hija, Noa, que nació hace cuatro años, época en que su ginecólogo le advirtió de que o se decidía o lo tendría muy difícil, fisiológicamente, para ser madre, salvo si lo intentaba con tratamientos hormonales de éxito relativo. La esperanza de vida de la pequeña Noa supera los 85 años, un tercio más que la de su abuela, un ‘ama de casa’ que nunca se cuestionó la edad en que tendría descendencia: empezó a tener hijos a los 22. Cuando Noa alcance esa edad, estará estudiando -es de suponer- y sería raro, de acuerdo con los perfiles demográficos actuales, que en ese momento se fije como objetivo inmediato formar una familia.

IDÉNTICO CAPITAL OVÁRICO

Noa podría vivir más que su abuela, pero la dotación ovárica de las dos mujeres -la cifra de folículos susceptibles de conducir a un hijo con que nacieron- no ha variado. Cuando la ahora niña piense en tener un hijo, avanzada la treintena según indica la estadística poblacional española, apenas dispondrá ya de reserva ovárica óptima para conseguirlo. “Las mujeres nacen con un contingente de folículos que se va gastando con la menstruación. La edad fisiológica idónea para tener hijos se sitúa entre los 24 y los 34 años -afirma el ginecólogo Julio Herrero, responsable del áera de Reproducción Asistida en el Hospital del Vall d’Hebron-. Esa reserva ovárica se empieza a reducir a los 34 años, lo que no significa que nadie conseguirá ser madre después de esa edad”.

En estos momentos, cuando las mujeres españolas se plantean ser madres, apenas disponen de cinco años para conseguirlo. En este tema, España lidera al resto del mundo. La edad media en que las catalanas, y el resto de españolas, tienen un primer hijo se situó en el 2014 en los 31,8 años, con tendencia a seguir aumentando. Son 16 meses más que la media de los países de la Unión Europea, indica un informe que el doctor Miguel Ángel Checa, responsable de Reproducción Asistida en el Hospital del Mar de Barcelona, presentó recientemente en el congreso de la Sociedad Americana de Medicina Reproductiva. En paralelo, España es el segundo país europeo, tras Portugal, con más baja natalidad. El indice de fecundidad de las españolas -promedio de hijos que tienen- es de los más bajos del mundo: se cifra en 1,2 hijos por mujer.

POLÍTICAS PERJUDICIALES

“La edad tardía en que las españolas intentan tener un hijo está considerado en estos momentos el primer factor de infertilidad,seguido de la contaminación ambiental, que tiene un impacto importante tanto en la reproducción femenina como masculina -afirma Checa-. En ese retraso es determinante la dificultad laboral con que se encuentran las mujeres que intentan quedar embarazadas. Las políticas españolas son totalmente perjudiciales para la maternidad. Se está haciendo todo muy mal”.

Uno de los efectos colaterales de esta situación es el constante incremento del número de mujeres próximas a la cuarentena, con la vida profesional y familiar más o menos estable, que intentan ser madres recurriendo a técnicas de reproducción artificial.En el 2006, los nacimientos conseguidos por esa vía supusieron el 1% del total -unos 800- opción que en el 2014 propició el 4,5% del total de partos: 2.860.