El sociólogo polaco Zygmunt Bauman ha muerto a los 91 años. Su teoría de la modernidad líquida, desarrollada durante los últimos 20 años, definió el actual momento histórico como una era de cambio y movimiento constante, en la que el hombre está huérfano de referencias consistentes. El sociólogo falleció «en su casa de Leeds, junto a su familia», publicó en su red social la también socióloga polaca Aleksandra Kania, quien colaboró con Bauman en diferentes ocasiones.

Miembro de una familia judía sin recursos, huyó de los nazis a la URSS y, tras sumarse a las tropas polacas vinculadas a Moscú, volvió a Polonia y ejerció como profesor de Filosofía y Sociología en Varsovia. Tras ser expulsado del partido comunista polaco en el marco de las purgas antisemitas desencadenadas por el régimen, en 1968 se vio obligado a emigrar a Israel. Tras pasar por EEUU y Canadá, desde 1971 residía en Leeds (Inglaterra), en cuya universidad fue profesor de Sociología durante casi dos décadas. En el 2010, recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades junto al francés Alain Touraine.

Las teorías de Bauman han ejercido una gran influencia en los movimientos antiglobalización. Su obra ensayística, que comenzó en los años 50, alcanzó fama internacional en los 80 con títulos como Modernidad y holocausto (1989), donde define el exterminio de judíos por los nazis como un fenómeno relacionado con el desarrollo de la modernidad. Entre sus obras más significativas destacan La modernidad líquida (2000), considerada su obra cumbre, en la que observa cómo el capitalismo globalizado está acabando con la solidez de la sociedad industrial; Amor líquido (2005) y Vida líquida (2006).

En esta última expone las consecuencias inevitables de la modernización tales como las migraciones, los refugiados, el desempleo, la nueva pobreza y la necesidad de fijar identidades.

EN BENICÀSSIM / Ya en 2012, con motivo de su participación en un festival Rototom de Benicàssim en el que se mostró muy escéptico con los movimientos de los indignados, hacía este análisis sobre el crecimiento de la desigualdad desde el inicio de la grave crisis que sigue vigente cuatro años después: «Se ha cambiado al proletariado por una suerte de precariedado que nos consume a todos. Entre la austeridad y la pérdida del empleo, la gente se siente cada vez más humillada. Andamos sobre arenas movedizas: inculcando miedo han conseguido que la solidaridad entre los trabajadores se diluya y fomentar el individualismo».