En 1967, una tormenta solar fue malinterpretada como una interferencia soviética y activó las alarmas de la guerra nuclear. En 1989, otra apagó el sistema eléctrico e hídrico de Quebec (Canadá). En el 2003, ocurrió lo mismo en Suecia.

Esas tormentas ocurren cuando el Sol emite violentas erupciones de materia, que interfieren con el campo magnético terrestres. Estos eventos pueden afectar a la red eléctrica, los satélites, el GPS o la Estación Espacial Internacional.

Sin embargo, aún no se conocen con precisión sus mecanismos. Profundizar en ellos es el objetivo de la sonda Solar Orbiter, cuyo lanzamiento está previsto para este lunes entre las cinco y las siete de la mañana, desde Cabo Cañaveral (EEUU).

CERCA DEL SOL

Esta misión -liderada por la Agencia Espacial Europea (ESA) en colaboración con la estadounidense (NASA) pretende lanzar una nave cerca del Sol: a 42 millones de kilómetros, una tercera parte de la distancia entre el astro y la Tierra. La sonda debería alcanzar la mitad del camino en Junio.

Durante los próximos años dará una vuelta alrededor del Sol cada 168 días. Así, podrá observar la cara que no se ve desde la Tierra. Además, tomará de la gravedad de Venus el empuje necesario para elevar su trayectoria. Así, dentro de unos años, alcanzará una visión privilegiada de los polos del astro, que nunca se han observado directamente.

Este hito lo llevará a cabo un dispositivo parecido a un cubo de unos dos metros y medio de lado y unos 1800 kilogramos de peso, equipado con unas alas de 18 metros de punta a punta, que alojan paneles solares.

Dentro de la nave y a lo largo de un palo de 4 metros (que se extenderá tras el lanzamiento) hay seis cámaras y cuatro instrumentos que analizarán las emisiones del sol. Por primera vez, se estudiará la composición del viento solar tan cerca de su fuente.

Todo ello está protegido por un escudo capaz de aguantar 500 grados de temperatura. "Es de titanio, cubierto de una sustancia hecha a base de huesos de animal quemados en carbón", explica Mark McCaughrean, consultor senior en ciencia y exploración de la ESA.

TRABAJO CONJUNTO

En 1990, la misión Ulysses sobrevoló los polos del sol pero sin cámara. Tampoco tiene cámaras Parker Solar Probe, de la NASA, que ya se ha acercado al Sol más de lo que hará Solar Orbiter. "Con Probe y Orbiter tendremos dos puntos de medida muy cercanos al Sol, además de otros más lejanos: podremos observar los mismos eventos desde varios puntos de vista", afirma Àngels Aran, investigadora de la Universidad de Barcelona que ha participado en uno de los instrumentos, liderado por la Universidad de Alcalá de Henares.

De esta manera, los científicos esperan entender algo más sobre el campo magnético del Sol, el viento solar y las eyecciones de masa coronal. Esos fenómenos producen una burbuja, la heliosfera, que se extiende por todo el Sistema Solar.

"Se cree que el viento solar surge de la diferencia de presión entre el gas cálido de la corona y el vacío alrededor, pero eso no explica la velocidad y la temperatura de las partículas", explica Daniel Vescharen, investigador del University College London, que ha participado en el diseño de un sensor. "También hay diversas hipótesis sobre la emisión de partículas de muy alta energía", explica.

Hasta ahora, los polos del astro han quedado fuera de la observación directa. Allí el viento solar es más rápido y el plasma que compone la superficie del Sol rueda más lentamente que en ecuador del astro.

METEOROLOGÍA ESPACIAL

Solar Orbiter debería ayudar a los meteorólogos espaciales. Estos alertan empresas eléctricas, compañías aéreas y organizaciones que gestionan satélites cuando hay perturbaciones solares. El satélite no puede enviarles los datos directamente. "Cuando esté en la distancia máxima de la Tierra descargaremos datos con la velocidad de un modem de los años 90", bromea Jayne Lefort, del Centro de Operaciones Científicas de la ESA en Madrid. Sin embargo, se espera que los hallazgos de la misión mejoren los modelos de predicción.

"Por primera vez, dos de los instrumentos de una misión como esta están liderados por equipos españoles", observa José María Gómez, investigador de la Universidad de Barcelona, cuyo grupo ha colaborado con el Instituto de Astrofísica de Andalucía, que lidera uno de los dos instrumentos.

Gómez, quien se ha desplazado a Estados Unidos por el lanzamiento, dice que los científicos están muy emocionados allí. Tras unos retrasos por problemas meteorológicos, el lanzamiento debe realizarse dentro de febrero para coger la trayectoria correcta, o aplazarse durante seis meses.