Estuve unos días de baja y cuando volví a trabajar no podía creerlo: todos mis alumnos andaban con aquel cacharro entre manos, aquello se había convertido en una plaga», explica Víctor García, uno de los muchísimos profesores de primaria que estos días se las ven y se las desean para que sus estudiantes mantengan la atención en clase. El causante de la epidemia, que se ha propagado a alta velocidad entre los escolares de 7 a 14 años, es un artilugio en forma de aspa de tres brazos, con los extremos redondeados, llamado Fidget Spinner (algo así como girador inquieto en inglés), que ya ha sido prohibido en muchos colegios.

La única habilidad que requiere el juguetito es la de mantenerlo permanentemente en movimiento, pero, pese a su sencillez, su popularidad se ha disparado en pocas semanas. Su precio, de poco más de cuatro euros en cualquier bazar (aunque también hay quien lo compra más completo y, por tanto, más caro), lo ha convertido en un fenómeno de gran impacto en las escuelas. El pasado abril, el buscador Google lo registró como una de las tendencias del mes y, a principios de mayo, la plataforma Amazon situó cuatro versiones de esta pequeña ruleta entre los 20 productos más vendidos en todo el mundo.

MODA PASAJERA

Incluso algunas publicaciones le han dedicado artículos de gran formato, pese a reconocer que puede ser una moda pasajera, como lo fue también a principios de este curso el reto de la botella de agua. «La diferencia es que, así como la botella era un juego que se practicaba en la calle o durante la hora del recreo, este aparatito se nos ha colado dentro del aula», lamenta una profesora, que ya ha tenido que requisar unos cuantos spinners entre sus alumnos.

ORIGEN TERAPÉUTICO

«No deja de ser un juguete más, pero se le ha dado cierta trascendencia porque se supone que tiene un origen terapéutico», reflexiona Amalia Gordóvil, profesora de Psicología. El origen terapéutico al que se refiere esta experta remite a un verano de principios de los años 90 cuando la ingeniera norteamericana Catherine Hettinger diseñó el Fidget Spinner con la intención de que lo usara su hija, entonces afectada de miastenia gravis, una dolencia autoinmune que causa fragilidad muscular. El dispositivo, pensado para desarrollar las habilidades manuales, fue incorporado por algunos especialistas para el tratamiento de la hiperactividad, ya que se consideró que ayudaba a los niños a concentrarse mejor.

ACTIVIDAD PASIVA

Pero lejos de estimular las habilidades sociales y de comunicación que necesitan los menores con esos trastornos, el artilugio, opina Gordóvil, «es un elemento que les hace repetir un movimiento estereotipado, algo que no es lo más recomendable para estos chicos». «Al final estamos hablando de una actividad tan pasiva como muchas otras», comenta Amalia Gordóvil.

El debate ha tomado fuerza las últimas semanas con la difusión en Facebook de la carta de un profesor andaluz que lamenta la escasa capacidad que tienen los jóvenes para pasar un tiempo sin hacer nada, para aburrirse.