E l 4 de octubre de 1957, la Unión Soviética lanzó sin previo aviso el primer satélite artificial de la historia: el Sputnik I. Medio siglo después, la historia se vuelve a repetir. Ayer, Rusia anunció que tiene lista la primera vacuna del mundo contra el covid-19, bautizada como Sputnik V. Vladímir Putin presentó el logro como una fórmula «segura y eficaz, que ha superado todas las pruebas necesarias y que permite lograr una inmunidad estable ante el virus». Las inyecciones empezarían a suministrarse en los próximos meses. Mientras, la comunidad científica internacional recibe este anuncio con recelo. Porque la vacuna rusa despega sin estudios que avalen su eficacia.

La inyección, ideada por el Instituto de Investigación Gamalei de Moscú, se habría desarrollado a toda prisa y envuelta en el más absoluto secretismo. Las primeras pruebas de este compuesto empezaron oficialmente el 17 de junio, con 38 participantes de entre 18 y 60 años reclutados en Moscú. Esta primera fase de la investigación, destinada esencialmente a comprobar la seguridad del fármaco, debía acabar entre el 5 y 15 de agosto. Esto es todo lo que se refleja en los informes técnicos oficiales, publicados en Clinical Trial y recogidos en la panorámica de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre el estado de las vacunas, actualizada el 10 de agosto.

Entre los expertos también preocupa que, en pro de la rapidez, se hayan tirado los protocolos científicos por la ventana. Hace unas semanas, Anthony Fauci, inmunólogo y director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Contagiosas de Estados Unidos, mostró su preocupación con la opacidad de algunos de los proyectos chinos y rusos. «Las afirmaciones de que tienen una vacuna lista para distribuir antes de hacer las pruebas son, cuanto menos, problemáticas», esgrimió por aquel entonces.

La inyección, registrada bajo el nombre técnico de Gam-COVID-Vac, consta entre los 26 candidatos a vacuna que ya se están testando en pacientes. Pero no entre los seis más avanzados, que justo empiezan ahora la tercera fase de los ensayos clínicos. Los estudios más adelantados hasta la fecha podrían empezar a arrojar resultados preliminares (más o menos concluyentes) el próximo otoño. Y eso según apuntan los más optimistas. Otros muchos vislumbran el final de los ensayos a principios del año que viene. De ahí que el anuncio ruso resulte más desconcertante si cabe.

Todos los estudios en curso, de hecho, actualizan periódicamente sus resultados para rendir cuentas de los éxitos (y los fracasos) obtenidos hasta la fecha. Científicos, farmacéuticas y gobiernos de todo el mundo han reiterado su compromiso con la transparencia. El supuesto éxito de la vacuna rusa, pues, habría escapado a este principio establecido.

Las fases dos y tres de la investigación rusa, en las que el compuesto se prueba a gran escala para comprobar la efectividad del fármaco y sus posibles efectos adversos, no constan en ninguno de los repositorios oficiales. Hoy por hoy no hay rastro de cómo (ni dónde) se han llevado a cabo las últimas fases de los ensayos clínicos. La única información que ha trascendido sobre el tema se difundió a finales de julio de la mano de Kirill Dmitriev, al frente del fondo soberano ruso, principal inversor del proyecto. H