En España han asomado la patita con más ahínco a raíz de la exitosa jornada feminista del 8 de marzo y de la repulsa social a la sentencia de de 'La manada', pero ni nacieron ayer ni son inventores de nada. Los grupos nazis que respaldan a los cinco individuos condenados por abusos sexuales difundiendo la identidad de la víctima y lanzándole todo tipo de improperios beben los vientos que llegan procedentes de EEUU, donde grupos 'supremachistas' se han ganado a pulso que los pongan en el mismo saco que al Ku Klux Klan y otros movimientos ultras.

Lo recordaba sir Arthur Conan Doyle en una de las aventuras de Sherlock Holmes: al margen de la etimología griega ('Kuklos'; clan del círculo), Ku Klux Klan es la onomatopeya del sonido de un fusil Springfield al ser cargado y amartillado. Toda una declaración de violentas intenciones desde el mismo nombre; una estrategia que han copiado los 'supremachistas' al bautizarse con reminiscencias de 'Juego de Tronos' y 'El señor de los anillos'. 'Return of kings' y 'A voice of men' (El retorno de los reyes y La voz de los hombres) son dos de estas organizaciones que el Southern Poverty Law Center (SPLC) de Alabama decidió incluir el pasado mes de marzo en su "mapa del odio en Estados Unidos". Algo más a compartir con el KKK.

Alerta ultra

El SPLC es una organización que se dedica a alertar y combatir comportamientos que atentan contra todo tipo de minorías, y desde hace ya algún tiempo ha tenido que poner el foco en el "supremacismo machista". Sus expertos advierten de que estos movimientos de ultras misóginos "ven a las mujeres como una plaga" de la que solo es aprovechable su vagina. El nivel de la aberración es tal que uno de los miembros de esta panda propuso legalizar la violación si esta se produce en una propiedad privada.

Muchos de estos tipos son a la vez simpatizantes de los Incel, acrónimo de 'Involuntary Celibate' (célibe involuntario) y cuna de un puñado de extremistas amargados con las mujeres porque se sienten despreciados por ellas. Algunos foros de internet les sirven de púlpito desde el que impartir doctrina y ensalzar a algunos de sus antihéroes.

Uno de estos últimos fue Elliot Rodger, un joven que en mayo del 2014 mató a seis personas en el enclave universitario de Isla Vista, en Santa Bárbara (California) antes de suicidarse en pleno intercambio de tiros con la policía. "Las mujeres le dan su afecto, su sexo, su amor, a otros hombres, pero nunca a mí. Tengo 22 años y aún soy virgen, ni siquiera he besado nunca a una chica. He ido a la universidad dos años y medio, de hecho algo más. Y aún soy virgen", protestaba el asesino en una grabación que colgó en Youtube anunciando su "venganza contra la humanidad" por el rechazo femenino que sufría.

Incel declarado, la matanza del asesino Rodger obtuvo una firme condena de la comunidad estudiantil de California. Se celebraron todo tipo de actos en memoria de las víctimas y Twitter se llenó de mensajes en defensa de las mujeres bajo etiquetas como #Yesallwomen, todo en gesto de contestación contra el machismo cuando aún eran inimaginables el #MeToo y el #NoesNo.Pero el yin trajo al yang y los ultras misóginos siguieron revolviéndose en sus guaridas 'on line'. También en la calle: el pasado 23 de abril un tal Alek Minassian, de 25 años, atropellaba mortalmente a 10 personas y hería a otras 15 en Toronto (Canadá). Antes había dejado un mensaje en Facebook en el que elogiaba al "caballero" Rodgers y proclamaba: "La rebelión Incel ha comenzado". Como sucede en España, las webs que ensalzan estos movimientos siguen campando a sus anchas sin que nadie los aplaque.

Pero el yin trajo al yang y los ultras misóginos siguieron revolviéndose en sus guaridas 'on line'. También en la calle: el pasado 23 de abril un tal Alek Minassian, de 25 años, atropellaba mortalmente a 10 personas y hería a otras 15 en Toronto (Canadá). Antes había dejado un mensaje en Facebook en el que elogiaba al "caballero" Rodgers y proclamaba: "La rebelión Incel ha comenzado". Como sucede en España, las webs que ensalzan estos movimientos siguen campando a sus anchas sin que nadie los aplaque.