La estrella KIC 8462852, situada a 1500 años luz y en la constelación del Cisne, tiene un nombre anodino y un brillo débil. Es una de las estrellas que ha monitorizado el telescopio espacial Kepler (NASA) lanzado en 2009 para la búsqueda de planetas alrededor de otras estrellas, lo que denominamos planetas extrasolares o exoplanetas.

Las siglas KIC responden al acrónimo inglés de Kepler Input Catalog, base de datos pública de más de 13 millones de estrellas estudiadas por este telescopio. El aparato tiene como finalidad encontrar pequeñas variaciones en la luz de las estrellas que delaten el tránsito de un posible exoplaneta por delante de su estrella. A día de hoy, ha descubierto 4.496 candidatos a exoplanetas, y confirmado nada menos que 2.335 mundos alrededor de estrellas.

Es decir, en poco menos de 25 años, hemos pasado de conocer solo la existencia de planetas en nuestro sistema solar, a conocer la existencia de varios miles alrededor de otras estrellas, un buen número de ellos parecidos a la Tierra y en zonas adecuadas para que se pueda desarrollar vida.

Pero entre todos, hay uno en especial que ha captado la atención de científicos y medios, y es la estrella que hemos citado.

La astrónoma estadounidense Tabetha Boyajian en septiembre de 2015 era una estudiante posdoctoral que estudió las variaciones de luz de esta estrella, pues podrían revelar la presencia de uno o varios planetas.

SETI, el instituto científico de búsqueda de inteligencia extraterrestre, pasó a escanear la estrella buscando posibles mensajes enviados al espacio, pero de momento, las frecuencias de radio no han devuelto ningún resultado positivo.

Varias hipótesis, todas por comprobar, se han puesto sobre la mesa, y la que más atrae la opinión pública es la de una construcción de una megaestructura que delatara la presencia de seres inteligentes trabajando en una gran obra de ingeniería en su sistema solar.