Los monjes budistas en los aeropuertos tailandeses suelen gozar de privilegios que, para algunos, no encajan del todo con la sencillez de su dogma. Lujosos y exclusivos sofás de cuero, pasos prioritarios y salas acondicionadas. Estos días, además, muchas aerolíneas les han permitido a quienes visten el naranja -y que ahora lucen mascarillas blancas- que facturen y accedan sin hacer colas por primera clase para evitar posibles contagios por coronavirus. Y es que los aeropuertos de Bangkok y Chiang Mai, siempre atestados de turistas chinos, son considerados lugares de alto riesgo en el país que, fuera de China, suma el mayor número de afectados.

Tailandia ha confirmado oficialmente 19 casos de personas infectadas por el coronavirus y también que al menos una persona fue contagiada sin salir del país. Y mientras los hoteles y las aerolíneas sufren cancelaciones masivas de turistas y profesionales, el Gobierno dice tener todo bajo control pese a no ofrecer soluciones concretas. Es más, se anima a los visitantes chinos a que vengan pese a admitir que no se cuenta con los mecanismos de control necesarios. «No podremos parar el contagio», admitió el ministro de Salud, Anutin Charnvirakul. Días atrás, él mismo había querido restar importancia al coronavirus al decir que era «una gripe normal».

En la calle, sin embargo, la opinión es otra. Más allá de que el hashtag #crapgovernment (gobierno de mierda) se hiciera popular desde el pasado fin de semana, los tailandeses evitan los transportes públicos y no salen sin mascarilla a la calle. Si el turismo chino nunca gozó de gran popularidad, ahora el miedo hace que afloren los odios.

El eje comercial de Ratchaprasong y algunos de los templos de la capital tailandesa han sido señalados como zonas de máxima alerta y han quedado como lugares casi exclusivos para los grupos chinos de turistas, en los que todo el mundo lleva mascarilla.

El primer ministro y general militar Prayuth Chan-ocha afirma que todo está bajo control, y contradice la versión de los departamentos del Estado que temen una epidemia. No se ha impuesto ningún mecanismo de control a los vuelos que llegan de China y el único escrutinio sanitario es un ligero escaneo de temperatura en el aeropuerto.

Tailandia se ha vuelto dependiente del dinero chino y un recorte en las inversiones del país más grande del mundo puede dañar su economía. Por no hablar del turismo: entre el 3 y el 27 de enero aterrizaron más de 25.000 viajeros procedentes de Wuhan y otras regiones cercanas muy afectadas por el coronavirus.