T ras el impulso del confinamiento, con la llegada del verano y el fin del estado de alarma y de las restricciones a la movilidad, el pasado mes de junio se puso en marcha una tendencia al alza: el teletrabajo en la segunda residencia.

La tentadora fórmula ha sido la elegida especialmente por muchas familias con hijos ante la escasa oferta de campamentos de verano en las ciudades y los miedos respecto a la convivencia con los abuelos. No es el del 2020 un verano de Rodríguez .

Además de tener (o alquilar o pedir prestada) esa propiedad hay que tener acceso a internet. Por eso, son los proveedores de este servicio los que dan una primera idea de cuánto se ha extendido esta opción. Desde Movistar, por ejemplo, apuntan que el producto que tienen para segundas residencias «ha experimentado una demanda claramente muy superior» al del pasado verano y que el crecimiento en altas «es similar en poblaciones de menos de mil habitantes que en las de más de cincuenta mil, algo que no es habitual», informa Julia Camacho .

Pero hay otro termómetro que confirma la tendencia: el de los centros de trabajo compartido de estas segundas localidades. En el coworking Knowhere de la turística Dénia uno de sus dueños, Agustín Casadomeq, explica que están al 95% de su capacidad, el doble que en el 2019: «El aumento corresponde casi al 100% de gente que se ha venido a trabajar a la segunda residencia. Aquí te aseguras el ambiente de trabajo y la conexión».

Algunos trabajadores prefieren no comunicar su desplazamiento a la empresa por temor a que no se les permita hacerlo. Sin embargo, Lara Vivas, abogada laboralista, recomienda comunicarlo siempre. El trabajador debe poder hacer «el mismo trabajo» que en su domicilio habitual. «No valdría ir a un sitio y luego decir que no hay buena conexión», apunta.

De hecho, Vivas recuerda que este trabajo desde casa «sugerido por el Gobierno y marcado por la excepcionalidad» no es el mismo que el trabajo a distancia que recoge el Estatuto del Trabajador y que necesita, entre otras cosas, «un acuerdo entre las partes».

«Eso ha hecho que se relajen determinadas vigilancias, pero también parece razonable que si uno quiere cambiar de lugar de trabajo pueda hacerlo e igualmente que lo diga», reflexiona.