Es cierta la sensación que tienen muchas personas de que este año no está habiendo prácticamente invierno y que la gente vive una constante primavera avanzada? ¿Ha desaparecido el invierno? ¿Se puede hablar del nacimiento de una nueva estación, el invierano?

Esta percepción popular no va muy desencaminada de las estadísticas que han dejado los dos primeros meses del año, según el análisis efectuado por la empresa de telecomunicaciones Wireless DNA. El 2019 ha empezado bajo unas condiciones meteorológicas impropias para la época del año, sometidas a la influencia casi crónica de un anticiclón que se ha expandido hacia el norte de Europa. Este fenómeno ha acogido todo el Mediterráneo occidental y ha dejado valores récord durante febrero en muchos puntos de España y de todo el continente.

En el conjunto del país, las precipitaciones han sido normales si se toman como referencia los dos primeros meses del año, con una media de 55 milímetros; eso sí, con una notable componente geográfica (más seco en el levante y más húmedo en el Cantábrico) y con el mes de enero como clave para mantener el promedio.

INSOLACIÓN // Uno de los valores que refleja el ambiente anticiclónico predominante son los guarismos por encima de lo normal en todo el territorio español en cuanto a la insolación, con anomalías positivas que han superado el 30%. El mes que ha sido muy disruptivo con lo habitual para la época del año ha sido febrero, que se ha erigido en el más seco del siglo XXI. Además, se han batido hasta 15 récords locales referentes a las temperaturas máximas absolutas, lo que se deriva del 44% de horas de más que ha lucido el sol de media (+88% en Burgos o +79% en Donostia).

Desde 1965 hasta 1988 no había ningún año por encima de la media climatológica, pero desde 1989 hasta el 2018, son 19 de 29 años las veces que se ha superado ese límite. Este patrón también se refleja a nivel mundial, ya que este febrero volvió a ser cálido a nivel planetario. De hecho, la temperatura de la Tierra estuvo 0,47 grados de media más elevada.

Se trata de una tendencia general, ya que en muchos lugares de Europa se superaron anomalías de más de 10 grados incluso.