En el año 2010, cuando la población de tigres en libertad tocaba fondo, los 13 países que dan cobijo al mayor de los felinos acordaron un plan de acción llamado TX2 para intentar duplicar el número de ejemplares desde los 3.000-3.200 de aquel entonces hasta 6.000 en el 2022. Una cantidad todavía muy modesta, lejos de los 100.000 que se estima había en 1900, pero que al menos garantizaría a corto plazo la supervivencia de la especie.

Aunque falta aún mucho camino por recorrer, los resultados alcanzador en el 2015 “permiten mirar el futuro de otra manera”, resume Luis Suárez, coordinador de especies amenazadas de WWF-España, asociación que participa en diversos programas de conservación del tigre en Asia. Actualmente se cree que puede haber ya 4.500 ejemplares. “Se están empezando a mover las cosas”, añade. El éxito responde en buena parte a los esfuerzos realizados por la India, hogar de más de la mitad de la población mundial, pero también a los avances en Rusia, China, Indonesia e incluso en Nepal o Bután, según explica WWF en un informe con las principales iniciativas del 2015 que han permitido enderezar la situación. Los tigres no solo crecen en número, sino en territorio.

Claro está que el trabajo será arduo si se tiene en cuenta que el tigre es un animal fiero, territorial y difícil de reintroducir tras una cría en cautividad. Además, muchos de los países donde aún vive no tienen medios para preservar de forma efectiva sus hábitats naturales, que se han reducido drásticamente en las últimas décadas, ni para limitar al máximo la interacción con zonas humanizadas. “El tigre es como un gato, pero peligroso -explica Suárez-, si lo acostumbras mal, si encuentra cerca el ganado para alimentarse, lógicamente volverá”.

En cualquier caso, salvo en zonas de la India y Bangladés donde la agricultura presiona en busca de nuevas tierras, los tigres han dejado de ser un riesgo para la seguridad humana y se han convertido casi en un atractivo turístico. El problema más acuciante para la especie es de otra índole: con los hermosos felinos se elaboran amuletos, elementos decorativos y productos con supuestas propiedades milagrosas, al margen de ser un preciado trofeo para los cazadores furtivos. Aunque ahora las cifras son muy inferiores, entre 1.069 y 1.220 tigres murieron por estos motivos durante la pasada década en Asia, según un informe elaborado de WWF y Traffic International a partir del análisis de restos recuperados y confiscados por las autoridades locales. WWF se felicita en primer lugar por los resultados del último censo realizado en la India, que concluyó con un recuento de 2.226 tigres, frente a los 1.706 del 2010, y atribuye el éxito a la mayor protección de las reservas donde habita y a la creación de un nuevo parque en Terai, al sur del Nepal. Ante este crecimiento, el Ministerio de Medio Ambiente considera que su país está en disposición de reubicar ejemplares para facilitar la recuperación de la especie en Camboya, donde el último tigre fue visto en el 2006, y en Tailandia y Myanmar, con poblaciones muy amenazadas. H