La mítica Gran Vía madrileña amaneció ayer, por sexto día consecutivo, con severas restricciones al vehículo privado. Los taxis y los autobuses circulaban a duras penas por dos carriles, mientras los viandantes, se agolpaban en las aceras y un pequeño porcentaje se atrevía a caminar por las vías robadas a los coches para hacerse selfis en mitad de una de las calles más famosas de España o simplemente avanzar más rápido.

La decisión del Ayuntamiento de Manuela Carmena de menguar el tráfico en una de las arterias principales de Madrid durante este puente y buena parte de la Navidad (del 16 al 18 de diciembre y del 23 al 8 de enero), como casi todas las decisiones de la alcaldesa, ha causado gran controversia. El PP y buena parte de los comerciantes se han levantado en armas, mientras los peatones exhiben su satisfacción por haber recuperado una vía emblemática. La vieja guerra entre el vehículo y el peatón.

El presidente de la asociación de comerciantes, Florencio Delgado, ha llegado a hablar de un «contubernio» para sacar los coches del centro y desplazarlos a las grandes superficies, y ha recibido el calor de Esperanza Aguirre, que amenaza con acudir a los tribunales.

A la polémica hay que sumar un susto por una falsa amenaza. Ayer, las inmediaciones de un hostal en la calle Mesonero Romanos y parte de la Gran Vía fueron desalojadas durante 15 minutos a causa de una maleta sospechosa, que finalmente resultó no contener ningún elemento peligroso. Sobre las 16.30 horas la Policía Nacional recibía una llamada del hotel, que informaba sobre la presencia de una maleta sospechosa. El hotel, donde se encontraban 20 personas, fue desalojado por iniciativa de sus responsables.

La Policía Nacional aplicó el protocolo habitual: rastreo con guías caninos y análisis de los Tedax, que resultaron negativos. La Policía confirmó que se trataba de una falsa alarma pasadas las 17.30 horas.