La septuagésima segunda edición de la Tomatina, que hoy teñirá de rojo las calles de Buñol, marcará las pautas de cómo será esta fiesta en las próximas décadas, al haber hallado un punto de equilibrio entre diversión y seguridad con un aforo de 22.000 personas y 160 toneladas de tomate.

Según explicó el concejal responsable de esta fiesta, Rafael Pérez, la edición de este año será la quinta de pago y con aforo limitado (20.000 personas en el 2013 que subieron a 22.000 desde el año siguiente), un recorte significativo en aras de la seguridad de los asistentes. «Entre el 2005 y el 2012 la fiesta se había convertido en un problema --reconoce--. Cada año venían hasta 50.000 personas y se había generado un debate social en el pueblo sobre si debíamos continuar o no con la fiesta. Afortunadamente, eso se ha superado y los vecinos se vuelven a volcar con su tradición».

Esta puede ser la razón de que en la primera edición de pago (solo para visitantes, pues los vecinos han entrado siempre gratis) los buñoleros apenas retirasen mil entradas y poco a poco esta cifra haya ido aumentando hasta las cerca de 4.200 actuales.

EXTRANJEROS // Con todo, la inmensa mayoría de lanzadores de tomate, alrededor del 65%, seguirá siendo extranjera y procedente de prácticamente toda Europa, Estados Unidos, Japón, India, Australia, Sudáfrica, Argentina, Brasil, Colombia e incluso de la isla estadounidense de Guam, en el océano Pacífico.

Dos de sus habitantes estarán presentes hoy a 13.800 kilómetros de distancia de uno de los puntos más «calientes» del planeta a cuenta de la tensión entre Corea del Norte y EEUU.

En lo estrictamente natural, el tomate como particular munición de esta singular fiesta, este año hay novedades; no en la fruta en sí misma sino en la cantidad, ya que por primera vez en los últimos siete años el volumen de tomates que se compran para la Tomatina no aumentará: «160.000 kilos es una cantidad suficiente», admite Pérez.

Serán 160 toneladas repartidas en seis volquetes procedentes de la cooperativa de La Llosa, idéntica cantidad que en el 2016. Este cargamento partió ayer desde el municipio castellonense donde se almacenan desde el pasado día 5. Según el gerente de la cooperativa, José Ramón Mechó, se trata de tomates pera tradicionales, que se plantan en abril y se empiezan a recolectar en julio y agosto, y que no valen para su venta en el mercado, de modo que «si no se celebrase la Tomatina estos tomates se quedarían en el campo y el agricultor perdería dinero». «El único secreto que tienen estos tomates es que están muy maduros, que prácticamente chorrean cuando se cogen con la mano», agrega Mechó.

En materia de seguridad, la Junta Local se celebró una semana antes de los atentados de Barcelona y no se han adoptado «medidas complementarias, al menos en lo que respecta al Ayuntamiento, puesto que ya se contemplaba un operativo pensando en todo tipo de incidencias», según el concejal.