El covid-19 ha paralizado la vida cotidiana de millones de personas en todo el mundo, pero no impide que otras enfermedades sigan amenazando. Y tampoco que los médicos hagan lo posible para poner remedio. El pasado viernes, en plena pandemia y estado de alarma, una familia de Barcelona volvió a su casa con su hijo de dos años y medio recién multitrasplantado en el hospital de La Paz de Madrid por una malformación intestinal, una gastrosquisis, que fue detectada ya en el embarazo. El niño y su familia han vuelto para encerrarse en casa no solo por el coronavirus, sino por un motivo añadido: la inmunodepresión que supone combatir el rechazo de tanto trasplante a un niño tan pequeño, que llevaba toda su vida conectado a una máquina 18 horas al día para poder seguir vivo, y que además lo ha convertido en un paciente con más riesgo.