El perfil del insultador no es único, pero quienes lidian con ellos coinciden en una cosa: tienen mucho tiempo libre. Su capacidad de maniobra es ilimitada, la herramienta gratuita y el daño puede ser terrible, así que la rentabilidad de sus acciones parece garantizada hasta que se encuentran con la horma de su zapato: alguien que los frena ignorándolos o dándoles una respuesta disuasoria, que generalmente suele ser con sentido del humor. O que los denuncia.

"Solo se denuncian el 16% de las agresiones homófobas, y las redes sociales ya son el segundo canal donde se producen después de la calle, y van en aumento", afirma Eugeni Rodríguez, presidente del Observatori contra la Homofóbia. "Hay de todo, desde la chica transexual que recibe insultos porque se apunta a una excursión en un grupo de Facebook a quien justifica en Twitter el asesinato de García Lorca por maricón", añade.

"Muchos insultadores están organizados. Suelen ser varones, en paro o con mucho tiempo libre, de entre 25 y 45 años, que llegan a montar tribu. Primero por mensajes directos en Twitter y luego por grupos de Whatsapp o Telegram donde se organizan y establecen estrategias y etiquetas. No necesitan redes tipo 'botnets', ya lo hacen ellos, y pueden tumbar a personajes o marcas poniéndose de acuerdo para emitir mensajes con textos parecidos a la misma hora para conseguir ser 'trending topic' y que se fijen en ellos", afirma Keka Sánchez, responsable de redes sociales en Facua y bloguera.

EFECTO LLAMADA

Esta capacidad de organización desde fuera de las redes la confirman desde los Mossos d’Esquadra, que también alertan sobre el efecto llamada. Comienza uno, siguen varios y se llega a organizar lo que se conoce como 'astroturfing', o la capacidad para hacer que algo parezca más grande de lo que realmente es. Un único usuario que maneja varias cuentas, el uso de varias redes sociales y la repetición pueden provocar una amplificación que haga creer a la víctima que tiene delante a un ejército organizado.

"'Trolls' y 'haters' viven de internet, tienen todo el tiempo para ello y si les haces caso, ya tienen la campaña que quieren. No se puede competir con el tiempo y la dedicación que da el odio", afirma Enric Jové, director de la agencia de publicidad McCann, que lleva cuentas de redes sociales de deportistas como Rafa Nadal o Pau Gasol. "El que las redes permitan a alguien conectar con su audiencia no implica que tengan que contestar a todo, porque si lo hacen, ya tienen el lío asegurado. Claro que cuando juega Rafa salen los insultos de fans de Jokovic, pero eso se tapa con el apoyo de sus fans. No hay que intentar poner barreras o ponerte en contra. Con crear nuevo contenido y poner el interés en otro punto es suficiente", afirma el experto.

Las iras de los insultadores también van por modas. "Hay picos de repuntes de odio contra un colectivo u otro, y algunas personas van contra más de uno. El que es islamófobo suele ser también homófobo y machista", explica la inspectora Marta Fernández, de la unidad de delitos tecnológicos de la Policía Nacional.

GANAR DINERO

Los canales de Youtube son, desde hace un tiempo, el nuevo filón. "Hay 'trolls' que han decidido hacer dinero con sus insultos y crear vídeos en los que ponen publicidad", apunta Fernández. En otros casos, son jóvenes fans que comentan sin ningún pudor y que llegan a crear situaciones de acoso a sus ídolos y a quienes se acerquen a ellos. "La gente joven es más impulsiva y actúa con más libertad para insultar y decir barbaridades. Y las plataformas no ayudan. Si no hay una educación y no se les hace responsables de sus actos, lo hacen. Contra los 'youtubers', como alguien les caiga mal, van a por él o ella", apunta la criminóloga Marta López Escobar, que ha estudiado el fenómeno del acoso en Youtube.

En el caso de los 'youtubers', además, el acoso se extiende a otras redes como Instagram o Twitter y últimamente Snapchat, donde los mensajes tienen una duración limitada.

Los Mossos, ante una situación de amenazas, insultos o acoso, aconsejan denunciar primero a la plataforma y luego en comisaría. "Intentamos que la víctima tenga que explicar los hechos lo menos posible, porque significa revivir el proceso. Es la victimización secundaria, que es brutal, pero es que además hay lo que le cuesta a la víctima y a la Administración la denuncia", señala el caporal Guillem Goset, de la Unitat Central de Proximitat i Atenció Ciutadana.