Se llama Simón Prisco, es detective privado, vive en el barrio de Gràcia y bebe cerveza sin alcohol. Es el nuevo personaje de la, por suerte, inagotable colección de héroes de la novela negra. ‘La sonrisa helada’ es la primera de sus aventuras, ambientada en la Barcelona de 1999, cuando aún pagábamos en pesetas y rastrear la muerte de una joven no era asunto de especialistas en internet.

El padre de la criatura es Josep Maria Hernández Ripoll, periodista de largo recorrido, crítico musical, guionista y escritor de cuentos. Debuta ahora en el género negro con unas cuantas bazas a su favor. Conoce bien diversos ambientes de la ciudad; sabe planificar el esqueleto de un relato para irle aportando luego la carne y el nervio; tiene sentido del humor, y ha mamado muchos antecedentes del género.

No es extraño, entonces, que ya en las primeras páginas de la novela, enseñe una carta esencial. Cuando el cliente entra en contacto con el detective para exponerle el caso, le suelta sin tapujos: “En honor a la verdad le diré que nuestra primera opción fue contratar al famoso Pepe Carvalho, pero según afirman, ya no ejerce”. A lo que Prisco contesta: “Así es. Desdichadamente, el maestro ha decidido tomarse un descanso”.

Pero tras esta declaración de principios y rendición de honores al maestro, Hernández Ripoll nos presenta voluntariamente un personaje poco definido, en las antípodas de la criatura de Vázquez Montalbán, férreamente perfilado. Es el lector a lo largo del relato el que va descubriendo los rasgos de este Prisco que también tiene ideología, es crítico con las servidumbres de la modernidad, silencia un pasado borroso, cocina, seduce y hasta se enamora.

La historia de ‘La sonrisa helada’ tiene un inicio que engancha. El cadáver de una chica de buena familia barcelonesa es hallado congelado en una pista de esquí en Innsbruck. Nadie sabe cómo ha llegado hasta allí. No consta que emprendiera un viaje ni que tuviera relación alguna con la estación invernal austriaca. Sea o no accidental, la muerte de esa mujer es un misterio insondable.

BIOQUÍMICA Y GENÉTICA

Allí empieza la investigación de Simón Prisco, hombre sagaz, observador y arrojado. “Tiré del hilo y destapé una terrorífica historia de ciencia-ficción”, dice el investigador en las últimas páginas de la novela. Una historia enmarcada en uno de los asuntos más controvertidos de nuestro tiempo: los avances de la bioquímica y la genética.

Hernández Ripoll, pese a haber publicado en una modesta editorial de Figueres (Cal.ligraf) se muestra convencido de que su personaje da para nuevas entregas. De momento, ya tiene en marcha la segunda aventura de Prisco con un gancho que promete: el asesinato de un conocido cantautor catalán. El autor pondrá otra vez en marcha la máquina de construir un ‘best seller’: un buen arranque, una trama bien desarrollada, conocimiento profundo de la ciudad, dos o tres personajes con gancho (en ‘La sonrisa helada’, el mejor es un policía austriaco), un poquito de sal gastronómica y una pizca de pimienta sexual.

La mejor noticia que nos trae esta novela es que el género negro ambientado en Barcelona (aparecen desde el Club de Polo hasta el diario ‘Avui’) tiene futuro y presente. Los detectives herederos del maestro Carvalho están preparados en sus humildes oficinas para esperar que alguien se acerque a ofrecerles un caso misterioso tras el que se esconde un enorme escándalo.