Están los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea (UE) preparados para asumir el cambio radical en la forma de producir y consumir que propone la Comisión Europea y comprometerse con la neutralidad de carbono en el 2050? La respuesta la tendrán que dar los líderes de la UE en el Consejo Europeo que arranca hoy en Bruselas, apenas unas horas después del lanzamiento del Pacto Verde europeo, en medio de una presión social más fuerte que nunca y con las reservas de Polonia, Hungría y la República Checa empañando el debate, que llega en plena recta final de la COP25 en Madrid.

El objetivo de Charles Michel, que se estrena como presidente del Consejo Europeo, es cerrar un acuerdo y bendecir el compromiso sobre la neutralidad al más alto nivel político porque sería «una señal importante de que la UE asumirá su papel de liderazgo mundial en este asunto crucial». A horas de la cita, sin embargo, el pacto no está hecho y el belga tampoco descarta que la discusión, plato fuerte de la cumbre, termine en fiasco.

Este es el elemento que más preocupa a los tres países díscolos, que ya impidieron que los 28 respaldaran el objetivo --hace falta unanimidad-- en la cumbre de octubre y de momento no están satisfechos con el borrador presentado que consideran poco concreto. «También queremos llegar a la neutralidad de carbono pero no lo conseguiremos sin la (energía) nuclear. La Unión Europea debe reconocer a la nuclear como fuente libre de emisiones», advirtió el primer ministro checo Andrej Babis que calificó de «astronómico» el coste del plan.

INCENTIVOS / El borrador de conclusiones señala que teniendo en cuenta los últimos datos científicos disponibles y la necesidad de acelerar la acción climática global, «el Consejo Europeo respalda el objetivo de lograr una UE climáticamente neutral para el 2050, en línea con los objetivos del acuerdo de París». El texto también recoge el compromiso de dotar a la transición económica y ecológica de «instrumentos adecuados, incentivos, apoyo e inversiones», para garantizar una «transición justa y socialmente equilibrada» que tenga en cuenta las circunstancias nacionales de partida. Y apunta a que «el próximo marco presupuestario tiene que contribuir significativamente a la acción climática» y apoyar «a las regiones y sectores más afectados por la transición» a través «de un mecanismo de transición justa».

Una redacción y unas promesas imprecisas que, de momento, no han convencido ni a Praga, ni a Varsovia ni a Budapest pese a la intención del Banco Europeo de Inversiones de financiar con un billón de euros proyectos verdes entre el 2021 y el 2030 o el nuevo mecanismo de transición justa de 100.000 millones que la Comisión ha prometido para enero. Se trata de una de las grandes promesas del Pacto Verde, que Ursula von der Leyen definió ayer como «el momento en la Luna para Europa» y que defenderá hoy en la mesa del Consejo Europeo.