La práctica del corta y pega que dio el empujón definitivo a la dimisión de Carmen Montón no era una excepción. Era habitual durante esos años sobre todo en los másteres no oficiales, en los trabajos de carrera y en muchas publicaciones. La facilidad de acceso a millones de textos que brinda internet puso al alcance de cualquiera un tipo de fraude que en esos momentos resultaba difícil de detectar. Con solo un 'click' podía copiarse un texto escrito en Australia por otro estudiante Quién iba a darse cuenta?

Pero una sucesión de casos tan escandolosos como el del ex rector de la Universidad Rey Juan Carlos Madrid, Fernando Suárez Bilbao, despertaron todas las alarmas. A este medievalista le cazaron en octubre de 2016 con 11 publicaciones producto del corta y pega más burdo (errores ortográficos incluidos).

Ni el Gobierno de Mariano Rajoy, ni la Comunidad de Madrid ni la Conferencia de Rectores dieron un paso para destituirle. Incluso llegó a insinuarse, a modo de exoneración, que este tipo de trampas estaban generalizadas y eran toleradas por las universidades. Pero estos casos fueron decisivos para que todas las universidades se dotaran de herramientas eficaces contra el plagio.

Alta eficacia

Del mismo modo que internet abrió la puerta a la falsificación en masa, la red ha encontrado el remedio, con programas antiplagio que han supuesto un antidoto casi definitivo contra este virus. Existen muchos pero el más utilizado en España (lo tienen el 60% de las universidades), es el Turnitin, que coteja más de 500 millones de documentos de todo el mundo. No importa el idioma ni lo remoto que sea el trabajo. Si en está en la red, el programa localiza las frases repetidas, aunque se haya cambiado una palabra o se haya enmascarado con otros trucos. También advierte si esa frase copiada forma parte de una cita con la correspondiente referencia bibliográfica.

El principal valor de estos programas no es tanto la detección del tramposo sino el efecto disuasorio que crea en la gran mayoría de los estudiantes, apunta Josep Ros, vicerector de Programación Académica y Calidad de la Universidad Autónoma de Barcelona. Saber que el profesor puede hacer uso de esta herramienta disuade ya a muchos de intentarlo. Algunos casos de fraude hemos encontrado pero pocos, añade el vicerector.

Los programas no se usan de modo masivo y obligatorio. Está disposición del profesor que quiera emplearlo cuando vea alguna conducta sospechosa, pero cada vez son más los que lo hacen de modo sistemático. El consorcio de bibliotecas de la red universitaria catalana empezó esta práctica hace dos años con otro programa, Urkund, también de gran eficacia, según Ros.

Más control en las tesis

Cuando Pedro Sánchez leyó sus tesis doctoral, en el 2012, no consta que ninguna universidad española operase con estos sistemas pese a que Turnitin, por ejemplo, se lanzó por vez primera en 1997.

Josep Ros, sin embargo, cree que los filtros a los que las universidades someten las tesis doctorales hacen muy dificil el fraude. No tiene nada que ver con la vigilancia ejercida sobre un trabajo de fin de máster como el de Montón. El avance de una tesis se controla periódicamente por parte de una comisión de seguimiento y de modo continúo a través del director, que su directo responsable, advierte Ros.

Pese a que Turnitin fue lanzado por primera en 1997, hasta el 2016 no se generalizó su uso y el de otros programas en España a caballo de los escándalos mediáticos.

La Universidad Complutense de Madrid (UCM) fue de las pioneras. Dispone del Turnitin desde hace tres años pero no cuentan con un estudio sobre la cantidad de fraudes que han detectado. Deberíamos ponernos a ello, apuntan fuentes de la institución.

También la Universidad Rey Juan Carlos (URJC), dirigida por el rector plagiador y escenario de los másteres de Carmen Montón, Cristina Cifuentes y Pablo Casado, ha acabado adquiriendo una herramienta antifraude. En este caso se trata de Unplag, que dispone de un acceso a más de 40.000 millones de páginas web, archivos educativos e institucionales.