Úrsula Perona es Psicóloga especializada en Psicología clínica infanto-juvenil. A unos días del inicio del curso escolar, y ante la situación tan atípica en la que los niños y jóvenes van a tener que volver a las aulas después de más de seis meses en casa, hemos querido charlar con ella a cerca de este asunto.

-Úrsula, los niños, en unos días, vuelven al colegio después de 6 meses. Y, además, vuelven a un colegio que no se va a parecer mucho al que ellos recuerdan a causa de las medidas de seguridad (sin patio, con distanciamiento social…). ¿Debemos prepararlos de alguna manera para este día?

-Es esencial preparar a los más pequeños y, sobre todo, a los adolescentes.

Se enfrentan a una situación potencialmente estresante, llena de incertidumbre, cambios en las rutinas/aulas y nuevas normas de higiene y seguridad que deben seguir. Es importante dedicar estos días a hablar con ellos y explicarles (hasta donde sepamos), como va ser la Nueva vuelta al cole. Con los más pequeños podemos hacer un collage o póster en el que participen de manera activa con dibujos, recortes etc. con las medidas de seguridad: distancia social, lavado de manos y mascarilla. Así lo podremos colgar en un lugar visible donde sea fácil recordarles cada mañana, durante el desayuno, esas nuevas normas. Porque es algo que aun los niños no tienen interiorizado. No han vuelto al colegio desde el confinamiento y no se han enfrentado a esta situación. Los adultos, por ejemplo, afrontamos estos cambios cuando volvimos a trabajar.

Con los adolescentes hay que vencer más resistencias, les cuesta más que a los niños pequeños cumplir las recomendaciones por varios motivos: durante la adolescencia el contacto social es más cercano y las muestras de afecto están más presentes (abrazos, besos, rodearse por el hombro etc.). Por otro lado, aparece la falsa sensación de control y se sienten invulnerables (de ahí la tendencia a tomar actitudes peligrosas). Son los años de la rebeldía: la necesidad de saltarse los límites y las normas como forma de reafirmarse, lo que no ayuda a la hora de adherirse a las nuevas medidas de seguridad. Con ellos es muy importante hablar sin reprochar, apelando al sentido de la responsabilidad y recordándoles el impacto que tiene no ser precavidos no solo en ellos, sino en los demás (abuelos, personas enfermas…).

-¿Estamos más preocupados nosotros que ellos y nuestra preocupación podría afectarles?

-Nosotros estamos más preocupados que ellos porque tendemos a anticiparnos a las cosas, y ellos viven más en el presente. No obstante, hay muchos niños (os sorprendería saber cuántos) que en las encuestas responden que no quieren volver al colegio. Y en muchos casos es debido al miedo al contagio o a enfermar. Se han sentido muy seguros y protegidos en casa y en entornos muy controlados, y el pensar en volver al colegio les preocupa.

Y sí, nuestra preocupación sin duda les afecta. Nada es más contagioso que el miedo. Es conveniente ser conscientes de esto para no asustarles innecesariamente.

-¿Cuál debe ser nuestra actitud para evitar que a ellos les afecte?

-Para evitar que se angustien excesivamente o desarrollen miedos es importante cuidar varios aspectos:

⦁ Evitar la sobreinformación: filtrar qué noticias les permitimos escuchar, no hablar delante de ellos todo el tiempo de nuestras preocupaciones y, sobre todo, no anticipar catastróficamente.

⦁ Darles estrategias de afrontamiento: enseñarles cómo pueden prevenir el contagio, pequeños gestos que ayudarán a que tengan mayor sensación de control: lavado de manos, mascarilla y distancia social (evitar el contacto físico: no abrazos ni besos).

⦁ Ayudarles a estar en el momento presente: no anticipar mucho más allá de un par de semanas.

-Hay muchos papás y mamás que no saben si llevar a sus hijos al cole porque no creen que los protocolos vayan a garantizar la seguridad de sus niños. ¿Podemos negarnos a llevar a nuestros hijos al colegio en una situación como esta?

-Es una situación muy particular para la que nadie está preparado. Cualquier postura es respetable, más cuando no tenemos información suficiente ni demasiadas garantías de que las medidas preventivas vayan a funcionar.

Es realmente complicado para los padres tomar esta decisión, y lo harán, sin duda, siempre pensando en lo que es mejor para sus hijos. Y como nadie a día de hoy sabe lo que es mejor en este caso, solo podemos ser respetuosos y esperar a ver cómo se desarrollan los acontecimientos. Solo a posteriori podremos valorar el impacto y las consecuencias de todo esto.

-En tu opinión como psicóloga, ¿cuáles pueden ser las consecuencias para estos niños no volver a clase? Y no me refiero a las consecuencias educativas y de formación.

-La educación integral de un niño va mucho más allá de lo académico. En el colegio aprenden inteligencia emocional, habilidades sociales, aprenden normas y valores, socializan, juegan, se expresan… Y no porque haya expresamente asignaturas destinadas a tal fin. Son aprendizajes transversales, que se producen gracias a la convivencia y a la interacción del niño con sus iguales y con el equipo docente. La comunidad educativa es uno de los entornos de desarrollo que Brofenbrenner definió en su teoría de los ecosistemas educativos. Ese entorno tan rico y estimulante es, después de la familia, el más importante en la vida de un niño.

Es complicado anticipar cómo afectará no volver al colegio presencial porque no tenemos precedentes ni estudios científicos cercanos que sean equiparables. Supongo que dependerá de muchos factores, como el tiempo que estén sin ir al colegio, si la docencia se sustituye por clases online o no, si se da en el contexto de un nuevo confinamiento o, por el contrario, pueden seguir relacionándose con otros niños fuera del colegio…

-Se ha hablado mucho de conciliación, de medidas de seguridad, de protocolos, de pérdidas económicas…pero… ¿crees que estamos pensando en el niño? ¿Le estamos poniendo en el centro de la situación?

-Sin lugar a dudas, las familias y los niños están siendo los grandes olvidados en la gestión de la pandemia. Se está dejando en manos de los equipos docentes la gestión de la situación en cada centro, con escasas indicaciones y recursos. No son expertos en pandemias, y me consta que están haciendo mucho más de lo que pueden.

En la pandemia de la gripe española de 1918, por ejemplo, EEUU dotó a cada colegio de una enfermera. El simple hecho de tener personal sanitario en los centros escolares podría ser una medida de fácil aplicación y que garantizaría más control sobre la situación. También había inspecciones sanitarias frecuentes que garantizaban que los colegios estaban limpios y bien ventilados.

Es decir, se pusieron en marcha una serie de medidas destinadas a garantizar la asistencia presencial de los alumnos. En este momento la sensación que tenemos es lo contrario, lo fácil es cerrar los colegios y mandar a los niños a casa si hay rebrotes, más que poner todo de nuestra mano para que no los haya y se garantice la asistencia de los niños al colegio.

Y de la conciliación, para qué hablar. Estamos en pañales en temas de conciliación, y esta situación no ha hecho más que agravar el problema.

Urge poner el foco en este tema desde las instituciones, y aunar esfuerzos. Esto no ha sido tan puntual ni corto como se podía pensar en un principio. No sabemos los meses o incluso años que se puede alargar, por lo que las consecuencias en la salud mental y en el desarrollo de nuestros hijos puede ser mucho mayor de lo que imaginamos.