El optimismo es una de las fortalezas con las que cuenta cada persona. Se modula a través de la educación y la experiencia vivida, no siendo nunca estable. En algunas personas puede aparecer en exceso, con una percepción distorsionada de la realidad, mientras que en otras personas no aparece, lo que da lugar a síntomas más depresivos y ansiosos. Su ausencia dificulta mucho la orientación a logros y metas e impide que se pueda alcanzar un bienestar: como no creo que el futuro mejore, no hago ahora mismo nada, me dejo llevar por los acontecimientos.

Potenciar el optimismo nos permite retomar el control sobre nuestra vida, sobre las cosas que nos ocurren y ser responsables de nuestros propios actos. Potencia emociones positivas, como la sensación de seguridad y desarrollo. Asienta las bases para que podamos orientarnos a lograr aquello que queremos, obteniendo por el camino las herramientas necesarias. Es una de las fortalezas que con mayor facilidad puede olvidarse, especialmente por los mitos que la rodean. Sin embargo, es también una de las más importantes para nuestra felicidad.

Mitos

Al optimismo lo rodean una serie de mitos, la mayoría procedentes de la publicidad y el marketing de los últimos años. Se considera una fortaleza ciega, que obvia aspectos de la realidad y de la que debemos huir. Sin embargo, lejos de lo que se piensa, el optimismo no se basa en la esperanza de que, ocurra lo que ocurra, las cosas siempre van a ir a mejor. Lo que hace es darnos responsabilidad sobre el momento presente y proyectarnos a buscar todo aquello que nos hace falta para sí poder estar mejor en el futuro, aunque no siempre es posible. Se ajusta más a la realidad de lo que nos dicen y trabajarla no acaba generando frustración, sino todo lo contrario.

La publicidad está generando una idea falsa a nivel social, determinando una dictadura del pensamiento positivo. Esto no se asienta sobre las bases reales del optimismo, y podría hacer que buscáramos puntos totalmente opuestos y desesperanzadores.

Realidad a trabajar

El optimismo se basa es la esperanza de que el futuro pueda ser mejor, independientemente de cuánto tiempo nos falte hasta llegar a él, y siempre desde la premisa de que deberemos hacer ciertos cambios para que este se produzca. No hay un mandato divido ni mejorarán las cosas con solo desearlo, hay que ponerse a trabajar para ello. Sin embargo, sin el optimismo necesario, tampoco nos pondremos en marcha. Es un círculo vicioso que debemos romper cambiando la visión que tenemos en este momento.

A través de las siguientes pautas, podemos empezar a ver el vaso medio lleno:

1. Orientados a las soluciones

Colocar el foco únicamente en el problema que tenemos delante, nunca va a ayudarnos. Puede hacer que nos estresemos y no busquemos todas las posibles alternativas. Debemos trazar metas y planes de acción y, cada cierto tiempo, evaluar si vamos por el buen camino.

2. Aprendizaje

Cada parte de nuestra vida puede enseñarnos algo. Lo ideal sería aprender sin la necesidad de sufrir, pero ya que estamos pasando por ello, vamos a buscar ciertos aprendizajes. No es sacar el lado bueno de las cosas sino adquirir nuevas herramientas.

3. Acepta

Estas son las circunstancias que estamos viviendo en este instante, las queramos o no, sin pararnos a pensar si es lo que merecemos. Aceptar el presente sí va a ampliar nuestro foco para que podamos buscar herramientas que nos saquen del problema.

El optimismo no es la visión ciega de que nada malo pasa en nuestra vida, sino anclarnos en el presente, ver todo aquello que no nos gusta y ser responsables de poder cambiarlo. Aunque no siempre es fácil el camino que tenemos delante, sí podemos cambiar las cosas si nuestra actitud ante él cambia.

* Ángel Rull, psicólogo.