El Vaticano inaugura hoy un sínodo dedicado a la Amazonia, la región de Latinoamérica que comprende nueve países, 30 millones de habitantes y más de 100 pueblos, algunos desconocidos. Antes incluso de que empiece, ya se sabe que pasará a la historia por ser el encuentro en el que se debatirá, por primera vez en siglos, si los casados pueden ser ordenados sacerdotes y si las mujeres pueden convertirse en diáconos, paso previo para ser curas.

Esto es lo más llamativo del sínodo, que se celebrará hasta el 27 de octubre. Pero no lo más importante, porque el encuentro de los 102 obispos llegados a Roma desde el «fin del mundo» puede constituir una bomba para el orbe católico. Tal vez la revolución o el testamento del Papa para una Iglesia que desde sus primeros pasos ha tenido a Roma como centro único, desde donde se imparten los mismos principios para los 1.200 millones de católicos actuales. La razón es que, en el fondo, el sínodo se planteará si el catolicismo se debe conjugar siempre y en todos los lugares como un compendio de la cultura romana y latina, o puede ser «traducido», sin negarlas, a otras culturas. Según ha dicho Jorge Bergoglio en sus viajes, «Dios se manifiesta en todas las religiones».

«CULTURA DEL DESCARTE» // La bomba no será solo para la Iglesia, en la que algunos jerarcas ya hablan abiertamente de «herejía» del Pontífice y, por consiguiente, ventilan el alejamiento de quienes no están de acuerdo, sino también para los políticos y las economías que favorecen lo que Francisco llama «la cultura del descarte». Además de ser el «pulmón del mundo», la Amazonia es explotada por sus maderas, sus recursos mineros y sus principios activos para fármacos (el 30% mundial) y deforestada en favor de agriculturas intensivas y la plantación de opiáceos.

En los días previos al sínodo que arranca hoy en la Santa Sede, los cronistas que se ocupan de la información sobre el Papa han recibido un verdadero diluvio de análisis y comunicados sobre la «herejía» que está a punto de cometerse en el Vaticano. Pese a la división y los recelos internos que está generando el encuentro, Francisco aseguró que «no le gusta», pero que «no le preocupa».