¿Pueden las mujeres ser diáconas (asistentas eclesiásticas)? Esta es la pregunta del millón a la que a partir de hoy, y hasta mañana, el Vaticano buscará responder por primera vez en décadas, un asunto sobre el que hay una manifiesta división interna por parte de la muy varonil jerarquía católica.

El objetivo, de acuerdo con el comunicado difundido por la Santa Sede, es “estudiar la situación de la Iglesia en sus inicios”, cuando sí se permitía a las mujeres fueran diáconas, un cargo que de facto es el primer peldaño dentro de la organización eclesiástica.

El debate, que se llevará a cabo en la sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe (el exSanto Oficio), se iniciará con una reunión de la comisión creada ad hoc por el Papa, quien la anunció en mayo y la constituyó en agosto pasado.

Este organismo está integrado por 13 personas, entre ellas seis mujeres —laicas y religiosas— y siete hombres. Su presidente es el también jesuita y español Luis Francisco Ladaria Ferrer (Mallorca, 1944), que hoy es miembro de la curia romana.

POR DEBAJO DE LOS SACERDOTES

Más allá de las cuestiones más inmediatas, el anuncio toca un nervio muy sensible para la Iglesia, pues los diáconos pueden ejercer algunas funciones propias de los sacerdotes. Eso es oficiar bautizos, bodas y funerales, y pronunciar sermones. Por el contrario, los diáconos no pueden dar la eucaristía y confesar a los creyentes.

La decisión llega después de que, en varias partes en el mundo, numerosas monjas desafiaran abiertamente la autoridad del Vaticano, en algo que fue incluso tachado de rebelión a la autoridad papal.

Entre estas están las monjas de Leadership conference of women religious, una organización que reúne el 80% de las de Estados Unidos, y que, por este asunto —y otros—, batallaron desde el 2012 en un contencioso que incluso las llevó a una dura condena por parte de la Congregación de la Doctrina de la Fe. El caso fue finalmente cerrado a principios del año pasado.

OPOSICIÓN INTERNA

Por su parte, el papa Francisco ha mantenido hasta ahora una actitud prudente frente a una cuestión que amenaza con levantar ampollas dentro de su propia jerarquía. “En cuanto a la ordenación de las mujeres, la Iglesia ha hablado y dice no. Lo ha dicho Juan Pablo II, pero con una formulación definitiva. Esa puerta está cerrada”, dijo Francisco en su viaje a Brasil del 2013, recién elegido.

Aún así, en esa misma intervención, también destacó que la Iglesia no se puede “cerrar a que hagan las mujeres monaguillo, a la presidenta de Cáritas, a la catequista”, afirmó.

Posteriormente, en mayo pasado, el Papa anunció su intención de abrir el debate, no sobre la posibilidad de que las mujeres sean ordenadas sacerdotisas, pero sí sobre la posibilidad de hacerlas diáconas. “Nosotros lo apoyamos de manera incondicional, aunque conozcamos las fuertes resistencias internas”, fue entonces la respuesta de la organización progresista católica Nosotros Somos Iglesia.

El problema es que, —y esto se suma al resto de indignados que se han manifestado con más o menos intensidad en el último mes— los sectores más tradicionalistas no lo ven con buenos ojos.

Entre los detractores destaca el cardenal alemán Walter Kasper. “Creo que ahora (con la decisión del Papa) se abrirá una discusión feroz. La Iglesia está muy dividida”, dijo Kasper en una de las tantas entrevistas en las que ha criticado la abertura de Jorge Mario Bergoglio.

ANTECEDENTES HISTÓRICOS

De hecho, a pesar de que el ministerio de las diáconas aparece en la la Epístola a los Romanos, en el Nuevo Testamento, esta práctica fue abandonada, según algunas fuentes, en el siglo XI. Y, además de ello, no está claro qués funciones concretas ejercían estas mujeres, ni si influían en la toma de las decisiones.

Aun así, lo que destaca es que hoy las mujeres son incluso más numerosas que los hombres en la Iglesia. De acuerdo con el anuario pontificio —donde están las estadísticas de la Iglesia—, en el año 2014 había 700.000 monjas católicas en el mundo, frente a 415.000 sacerdotes diocesanos y miembros de órdenes religiosas.