¿Pueden las mujeres ser diáconas (asistentas eclesiásticas)? Esta es la pregunta del millón a la que a partir desde ayer el Vaticano buscará responder por primera vez en décadas, un asunto sobre el que hay una manifiesta división interna por parte de la muy varonil jerarquía católica.

El objetivo, de acuerdo con el comunicado difundido por la Santa Sede, es «estudiar la situación de la Iglesia en sus inicios», cuando sí se permitía a las mujeres fueran diáconass, un cargo que de facto es el primer peldaño dentro de la organización eclesiástica.

El debate, que se llevará a cabo en la sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe (el exSanto Oficio), se inició con una reunión de la comisión creada ad hoc por el Papa, quien la anunció en mayo y la constituyó en agosto pasado.

Este organismo está integrado por 13 personas, entre ellas seis mujeres —laicas y religiosas— y siete hombres. Su presidente es el también jesuita y español Luis Francisco Ladaria Ferrer, que hoy es miembro de la curia romana.

Más allá de las cuestiones más inmediatas, el anuncio toca un nervio muy sensible para la Iglesia, pues los diáconos pueden ejercer algunas funciones propias de los sacerdotes. Eso es oficiar bautizos, bodas y funerales, y pronunciar sermones. Por el contrario, los diáconos no pueden dar la eucaristía y confesar a los creyentes.