La puerta de la casa, oscura y rodeada de azulejos marrones, todavía conserva el precinto de la Guardia Civil. Su propietario, Manuel Montoya, aún no ha recuperado la llave de la vivienda de El Campillo (Huelva) en la que su hijo Bernardo confesó haber asesinado a golpes a la profesora Laura Luelmo, de 26 años, pero la oferta ya es firme: se vende el número 1 de la calle Córdoba. Según ha podido saber este diario, la familia Montoya ha fijado el precio en 6.000 euros, una cantidad "muy por debajo del valor de mercado, que demuestra que solo pretendemos deshacernos de una vivienda que no utilizamos y que nos genera gastos. El dinero no será para pagar al abogado de Bernardo, como se ha dicho", aclara a este diario uno de los nueve hermanos Montoya.

La casa, de setenta metros cuadrados, cuenta con dos habitaciones, salón, cocina, un baño grande y un terreno anexo a la finca donde el nuevo propietario puede construir un garaje. Sus dueños reconocen que el inmueble está "un poco deteriorado, pero tiene posibilidades" e insisten en que la familia quiere venderlo desde hace años. "Antes de lo que pasó allí (se refiere al asesinato de Laura Luelmo), solo mi hermano Bernardo se quedaba en la casa de vez en cuando, las veces que salía de permiso de la cárcel. Ni mi padre, que vive en otro pueblo, ni el resto de mis hermanos hemos ido a El Campillo desde hace años, así que es tontería seguir pagando la contribución y otros impuestos de una casa que no disfrutamos", afirma este hermano del encarcelado por el crimen.

"Marcada" por el crimen

El hombre admite que la vivienda está "marcada" por lo que ocurrió en su interior el pasado 12 de diciembre. Su fachada, de pared encalada y algo desconchada, se ha hecho conocida tanto dentro como fuera de la localidad onubense desde que los investigadores revelaron que el asesino de Laura Luelmo la abordó e introdujo por la fuerza allí cuando ella volvía del supermercado. La maniató, le tapó la boca y la golpeó contra el suelo, según las pesquisas. Los datos recabados por la Guardia Civil apuntan a que Bernardo Montoya agredió a Laura en una de las habitaciones de su casa, donde los agentes hallaron después sangre de la joven. Luego, la trasladó en su coche, un Alfa Romeo de color negro, hasta el barranco de Las Mimbreras, donde la chica fue encontrada días después. Montoya confesó en un primer momento el crimen, aunque ahora, desde la cárcel, lo niega y culpa a su exnovia.

En su búsqueda de un comprador interesado en la casa, la familia Montoya hará una oferta al ayuntamiento de El Campillo: "Sabemos que muchos vecinos no quieren que ningún Montoya vuelva a pisar el pueblo. Si el ayuntamiento quisiera comprarnos la casa, podrían evitarlo y, al mismo tiempo, construir algo bueno allí para el pueblo. Estamos dispuestos a negociar con ellos el precio", anuncia el hermano de Bernardo Montoya. Y añade: "Si no encontramos comprador, tendremos que buscarle alguna utilidad a la casa. Algunos de mis hermanos viven en Catalunya, pero tienen ganas de mudarse con nosotros, así que si no podemos vender la vivienda, se instalarán allí. Tenemos derecho y no tenemos culpa de lo que pasó allí".

La vivienda de la profesora

La familia Montoya también era la dueña de la casa de la calle Córdoba número 13, la que ocupó Laura Luelmo cuando se instaló en El Campillo para dar clases en un instituto de Nerva. En este caso, los Montoya la habían vendido "hace tres años" a otra profesora, que fue la que le cedió la casa a Luelmo cuando llegó a la provincia de Huelva. Las dos viviendas están una frente a otra. Nada más llegar al pueblo, Laura avisó a su novio de que un vecino la observaba con insistencia y la intimidaba. Era Bernardo Montoya.

El intento de los Montoya por vender la casa donde fue asesinada Laura Luelmo viene a sumarse a otros como el de la familia de José Bretón, que desde hace años busca comprador para la finca cordobesa de Las Quemadillas donde el hombre quemó a sus hijos, Ruth y José, el 8 de octubre de 2011. También está en venta la mansión de Teo, cerca de Santiago de Compostela, donde Rosario Porto y Alfonso Basterra asfixiaron a su hija Asunta. Ambas familias han rebajado su precio varias veces estos años, para tratar de atraer a un comprador, sin éxito.