Un equipo internacional con científicos de 20 países ha empezado a analizar las muestras que se obtuvieron la pasada primavera tras perforar hasta 1,5 kilómetros de profundidad bajo el lecho marino en el llamado cráter de Chicxulub, en la península del Yucatán, el resultado de uno de los acontecimientos más dramáticos en la historia de la Tierra.

Hace unos 65 millones, según sostiene una hipótesis propuesta en los años 70 del pasado siglo y actualmente aceptada de forma abrumadora por la comunidad científica, un asteroide de 18 kilómetros de largo se precipitó a 18.000 kilómetros por hora sobre la costa del actual Yucatán, en el sureste de México, y tuvo un efecto catastrófico sobre la vida de aquel entonces. La región quedó completamente devastada por efecto del calor, pero aún más importante fue el impacto prolongado que ocasionó sobre la atmósfera terrestre y que acarrearía (o contribuyó a ello en gran manera) la desaparición de aproximadamente el 75% de las especies del planeta, incluidos los dinosaurios. Fue el fin del periodo Cretácico.

El asteroide formó un cráter de 200 kilómetros, parcialmente bajo el lecho marino, que hoy en día es conocido como Chicxulub en honor a un pueblo situado en su centro. La estructura circular se colmataría con el paso del tiempo y acabaría difuminada en el paisaje, pero en sus profundidades aún se conserva la huella del impacto extraterrestre.

El equipo encargado de los trabajos, conocido como Expedición 364 del International Ocean Discovery Program (IODP), trabajó en el golfo de México durante 55 días durante los pasados meses de abril y mayo. A bordo del buque-plataforma Myrtle, anclado a 18 kilómetros de la costa yucateca de Sisal, en una zona con una profundidad de 18 metros, los científicos horadaron el lecho marino y, tras medio kilómetro de sedimentos, dieron con las capas que estaban buscando. Concretamente, obtuvieron muestras de roca a una profundidad comprendida entre 506 y 1.335 metros bajo el lecho marino, con una antigüedad estimada de entre 66 y 55 millones de años.

Los trabajos, que tuvieron un presupuesto de 15 millones de dólares, concluyeron en su primera fase con la obtención de 303 núcleos de forma cilíndrica y un peso total de unas seis toneladas. El equipo de científicos de la Expedición 364 está encabezado por Sean Gulick, profesor de la Universidad de Tejas (EEUU), y Joanna Morgan, del Imperial College de Londres.

PRIMERA VEZ BAJO EL MAR

Aunque ya se habían realizado diversas perforaciones en el continente, es la primera vez que se trabaja en el mar, destaca Francisco Javier Rodríguez Tovar, catedrático del Departamento de Estratigrafía de la Universidad de Granada(UGR) y uno de los científicos que participa en el análisis de las muestras obtenidas. "El hecho de que Chicxulub se encuentre parcialmente en el mar, al margen de la erosión terrestre, ha ayudado a su conservación. Por eso es tan interesante -añade-. Es el cráter de impacto de mayores dimensiones y mejor preservado en la Tierra". Los núcleos fueron escaneados por primera vez en la Universidad de Tejas mediante tomografía computarizada y luego fueron trasladados a la de Bremen, en Alemania, donde se coordina el análisis. Varios fragmentos fueron divididos para ser repartidos por diversos centros de investigación.

Los materiales ya están aportando información. Un aspecto relevante atañe a la morfología del cráter, "que presenta dos círculos montañosos concéntricos, conocidos como anillos de picos, que se encuentran uno en la parte externa y otro en la parte central", explica uno de los grandes expertos sobre Chicxulub, Jaime Urrutia Fucugauchi, investigador del Instituto de Geofísica de la Universidad Autónoma de México (UNAM). Aunque esta estructura se puede observar en diversos impactos en la Luna o en Venus, el único gran ejemplo conocido en la Tierra es precisamente el del Yucatán.

Los investigadores del IODP comprobaron que el anillo de picos del interior está hecho de granito, un material que por regla general se forma a gran profundidad en la corteza terrestre y que necesita alguna fuerza, como fenómenos volcánicos, para ascender a la superficie. La conclusión en este caso, según los autores del análisis, es que el impacto del asteroide fue tan fuerte que desmenuzó y levantó materiales de la corteza terrestre inferior hasta varios kilómetros. "La roca se comportó como un fluido", explican.

"En abril del año que viene se efectuará un nuevo sondeo" en una zona cercana, avanza Urrutia. Queda aún mucho trabajo para conocer al detalle cómo fue la gran extinción.