Guerra”, “lucha” y “combate” son los sustantivos que más se han repetido en los discursos de la presidenta de la República de Brasil, Dilma Rousseff, en la última semana. El pasado miércoles la Organización Mundial de la Salud (OMS) lanzó una bomba para la que los brasileños no se habían preparado: En 2016 la pandemia del virus zika causará cuatro millones de infectados en América Latina de los cuales 1,5 se concentrarán en Brasil.

“Tenemos que lanzar una guerra contra el mosquito Aedes Aegypti, responsable del dengue, chikungunya y zika”. Fue el firme llamamiento de Rousseff a sus colegas latinoamericanos tras conocer la demoledora noticia en medio de la IV Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en Quito, Ecuador. La líder izquierdista sabe que no hay tiempo que perder. La explosión de casos del virus zika se produje en medio de la peor crisis económica de Brasil en los últimos 50 años y a menos de 200 días para el inicio de los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro. Con una caída del Producto Interior Bruto (PIB) del 3,5% proyectada para este año y 8.843 millones de euros invertidos en Río 2016, la llegada del virus zika solo puede significar un auténtico descalabro económico.

Las agencias de viajes de Estados Unidos y Europa habrían comenzado a rediseñar ya sus paquetes turísticos para evitar las regiones más afectadas por el molesto mosquito Aedes Aegypti que, de momento, ya ha causado más de 1,6 millones de casos de dengue, 2.258 casos de fiebre chikungunya y un número indeterminado de virus zika, el más difícil de diagnosticar pero que podría superar los 497.000 casos.

Lo cierto es que el sector turístico se ha tomado muy en serio la advertencia del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de los Estados (CDC) en la que se recomendó a las mujeres embarazadas, o con intención de tener hijos en los próximos meses, que evitasen viajar a 19 países de América Latina ante el aumento de casos de microcefalia en bebés por el zika.

Ante tan desolador panorama, la estrategia del Gobierno es clara: aniquilar el mosquito antes de que este arruine al país. La semana pasada, el ministro de Defensa, Aldo Rebelo, anunció la movilización de 220.000 soldados de las Fuerzas Armadas que recorrerán el país actuando sobre los focos de proliferación.

“Va a ser un combate casa por casa en el que el Gobierno pondrá todo su empeño”, advirtió Rousseff consciente de que el 80% de los mosquitos Aedes se reproducen en las acumulaciones de agua en los alrededores de los domicilios tales como tiestos, botellas abiertas, charcos y depósitos de agua, entre otros.

El médico especializado en enfermedades tropicales por la Universidad Estatal de Río de Janeiro (UERJ), el doctor Marcos Junqueiro, explicó que “el gran problema de Brasil es la falta de educación de sus habitantes”. Este mismo argumento es el que sostiene el veterano profesor de la Universidad Pontificia Católica (PUC) de Río de Janeiro, el doctor Rómulo Macambiera. “No podemos pedir que un pueblo semianalfabeto que vive en suburbios, en los que no existe ni un servicio de alcantarillado o de recogida de basuras, haga frente al mosquito”.

En este sentido, ambos profesores recordaron la posibilidad de que el virus pueda ser transmitido a través del sudor o del contacto sexual así como su relación con enfermedades neurológicas y degenerativas como el síndrome Guillain-Barré. “Necesitaremos años de investigación para conocer el verdadero alcance y proyectar una vacuna”, anticipa Junqueiro. Pero los científicos brasileños podrían estar guardándose un as en la manga: el mosquito transgénico “OX513A”. Desde 2011, la empresa británica Oxitec, asociada a la Universidad de Oxford y la Universidad de Sao Paulo (USP), realiza pruebas liberando millones de mosquitos alterados genéticamente para producir generaciones estériles de Aedes Aegypti. Los 400.000 repelentes que Brasil distribuirá gratis en las zonas más afectadas continua siendo la medida más eficaz hasta el momento. H