Herminia Santana estaba limpiando la habitación de su nieto Yeremi Vargas cuando, de repente, reparó en 'El misterio de la piedra mágica', un cuento que su hija Ithaisa había encargado al poco de dar a luz. Era de una promoción de una empresa de pañales en la que, con cuatro datos (el nombre del bebé, el de algunos familiares y la ciudad en la que residían), una editorial confeccionaba un libro personalizado. Lo abrió y no dio crédito a lo que leía. "Una mañana, Jeremy José, de 8 meses, de Vecindario [Gran Canaria], estaba jugando en el parque. Con su cubo y su palita, estaba excavando la arena para construir un castillo [...]. Por un extraño encantamiento el parque en el que estaba jugando desapareció [...] y se encontró en un bosque encantado". Después de leerlo, a la abuela Herminia se le erizó la piel y se le humedecieron unos ojos que rebosaban incredulidad. "Parece que estuviera escrito lo que iba a pasar", aventuraba mientras reseguía el tacto de la portada del cuento como si, a través de él, intentara transmitir sus caricias a su nieto.

Un año antes, el sábado 10 de marzo de 2007, Yeremi Vargas jugaba con sus primos en el solar de al lado de su casa, en la calle Honduras de Vecindario. Herminia los llamó a las 13:30 para comer. Iban a celebrar el cumpleaños del abuelo José. Como siempre, los pequeños se hicieron los remolones, pero al quinto reclamo Aarón, de 9 años, y José Alexis, de 5, subieron; Yeremi, de 7, no. Se asomaron al solar para apremiarle, pero solo vieron arena. Ni rastro de su pelo rubio ni de los enormes ojos castaños que escondía tras sus gafas de montura verde. Solo encontraron, a varios metros del solar, el solitario cubo amarillo con el que había estado construyendo castillos de arena. "En cuatro minutos. En solo cuatro minutos se lo llevaron", musitaba el abuelo José.

En verdad se llamaba Jeremy, pero el día en que desapareció su tío Gilberto, azotado por los nervios, puso Yeremi en los carteles que repartió en los hospitales con la esperanza de dar con su sobrino. Para que no hubiera confusiones, especialmente en las búsquedas por internet, prefirieron no cambiarlo. Desde entonces Yeremi es un nombre recurrente en los foros de la red.

José volvía cada día a casa con los zapatos embarrados de buscarlo por pozos, barrancos y por todos los sitios que se le ocurría, hasta que la quimioterapia le obligó a bajar el ritmo. Pese a ello, seguía recorriendo a lomos de un quad los caminos perdidos de Vecindario en busca de alguna pista. Durante mucho tiempo los primos le gritaban "Yeri, Yeri" en sus juegos. Decían que era su primo invisible. Y su hermano Aidan, que cuando todo ocurrió tenía 2 años, saludaba a su "manito" siempre que le veía en uno de los pósteres que aparecían en cada esquina de su ciudad, empezando por el inmenso cartel que corona el muro de su casa, el que da justo al solar en el que Yeremi se evaporó.

Ya han pasado nueve años de su desaparición, nadie quería perder la esperanza de que esta inquietante historia tuviera el mismo final que el cuento. En 'El misterio de la piedra mágica', tras pasar varias aventuras y enfrentarse a una siniestra bruja, "del mismo modo que se encontró de repente en el bosque encantado, Jeremy José apareció de nuevo en el parque de su ciudad: Vecindario".