Cuando habían pasado 490 días de la desaparición de la joven Diana Quer el 22 de agosto del 2016, el responsable confeso de su muerte intentó subir a otra joven a su coche: esta se resistió, recibió la ayuda de dos vecinos e identificó al agresor; a partir de aquí, todo se precipitó. 495 días después de esa noche en que Diana no volvió a casa, en la madrugada del 31 de diciembre, José Enrique Abuín Gey conducía a los agentes hasta el pozo donde había arrojado el cuerpo de la chica. Ayer ingresó en prisión, de momento por homicidio doloso y detención ilegal, aunque la juez apunta a indicios de que la finalidad «pudo haber sido la de atentar contra la integridad sexual o contra la vida de la víctima». Los primeros resultados de la autopsia aún no han encontrado signos de violencia, pero sí de «criminalidad». Este es punto final del caso Diana Quer.

«Acojonada»

Diana Quer, estudiante de segundo de Bachillerato de 18 años, desapareció tras una fiesta en A Pobra do Caramiñal, el pueblo coruñés donde solía veranear con su madre y su hermana. A las 2.43 horas envía un mensaje a un amigo explicándole que está «acojonada», porque alguien le ha dicho: «Morena, ven aquí». Minutos antes había sido vista por última vez, volviendo a pie a casa.

Un teléfono lanzado al agua

Las pistas falsas y las sospechas infundadas sobre el entorno familiar se suceden, pero el primer indicio real llega el 27 de octubre. Una mariscadora encuentra el teléfono de Diana Quer: ha sido clave en el desenlace, pero no de forma inmediata. Su iPhone 6 estuvo activo hasta las cinco de la madrugada de aquella noche, menos de tres horas después de su desaparición. Alguien intentó desbloquearlo siete veces antes de arrojarlo a 15 kilómetros del último lugar donde se vio a la chica: el rastreo de ese itinerario indica que Diana (su teléfono, de hecho) llegó allí en coche.

Intento de rapto

Entre las tres y las cuatro de la madrugada del 25 de diciembre, un individuo intenta, en tres ocasiones, hacer que chicas que volvían a su casa subieran a su coche en la localidad de Boiro, según desveló ayer La Voz de Galicia. Ellas se niegan. 18 horas más tarde roba a punta de cuchillo el móvil a otra chica e intenta meterla en el maletero. Se resiste, pide a gritos la ayuda de dos jóvenes («Chavales, ayudadme por favor. Están intentando secuestrarme») e impiden el rapto. La descripción del individuo (dientes prominentes) y la identificación del coche (un Alfa Romeo) conduce hacia un viejo sospechoso de la Guardia Civil, José Enrique Abuín, el Chicle, que es detenido el 29 de diciembre junto con su mujer, Rosario Rodríguez.

El delegado del Gobierno en Galicia, Santiago Villanueva, señalaba ya el día 30 a Abuín. Según él, la relación de este con la desaparición de Diana Quer «no es algo que se haya producido de forma accidental», sino que respondía a líneas de investigación que se habían ido cerrando en torno a él. Pero no hasta el punto de permitir detenerlo (o de tenerlo vigilado hasta el punto de evitar la agresión que estuvo a punto de consumar). ¿Cuáles eran estos indicios? La proximidad de su lugar de residencia al lugar de los hechos. Sus antecedentes: miembro de base del clan de narcotraficantes de Os Fanchos, dedicado a mil y un trapicheos. Además de pasar por la cárcel por tráfico de cocaína, fue acusado de violación por su cuñada, gemela de su mujer: la denuncia no prosperó porque esta proveyó de coartada a el Chicle. Además, las señales de su teléfono y el de Diana Quer el 22 de agosto, según La Voz de Galicia, coincidían. Y un Alfa Romeo como el de Abuín aparecía de forma borrosa en las cámaras de la autovía AG-11 esa noche.

El papel de la mujer

Sin embargo, las pruebas eran circunstanciales y su mujer blindó su coartada, de manera que solo pudo ser interrogado, sin más resultados. Aunque sin dejar un lugar destacado, si no el primero, entre los sospechosos, para la Guardia Civil, el juez archivó provisionalmente el caso «por no existir indicios suficientes para dirigir el procedimiento frente a una persona determinada».

En la tarde del sábado 30 de diciembre, la mujer del detenido cambiaba su versión y negaba que hubiese pasado con su marido la noche en que desapareció Diana Quer. Así, después de dejar sin coartada a su pareja, quedaba en libertad. Y este acababa confesando, en la madrugada del domingo, que había arrojado el cuerpo de la joven de 18 años a un pozo. En un primer momento sostuvo que había atropellado accidentalmente a la joven. Según fuentes de la investigación, refutadas por el abogado del detenido, acabaría confesando que Abuín asesinó a la chica mientras esta se resistía a ser violada.

El cadáver

El domingo 31, a las 5 horas, El Chicle llevó finalmente a los agentes de la Guardia Civil hasta una nave, cercana a la casa de sus padres: una antigua fábrica de gaseosas y tienda de muebles abandonada, utilizado como punto de venta de drogas. Tras cinco horas de trabajos, los agentes rescataron el cadáver de Diana Quer del lugar donde está sumergido desde hacía 16 meses. El informe preliminar de la autopsia practicada a Diana indica que el cuerpo se corresponde con una mujer joven, de entre 18 y 20 años y de «cabello largo y oscuro».

Ante el juez

Finalmente, el Chicle compareció ayer ante la juez, que dictaminó su ingreso en prisión incomunicada y sin fianza. Seis horas pasó en el juzgado, sin querer declarar, por consejo de su defensa. Según su abogado, «en ningún momento se ha reconocido autor de ningún delito doloso, ni asesinato ni homicidio» ni tampoco ni un solo indicio de «delito contra la libertad sexual» ni de «un estrangulamiento». Sin embargo, según el letrado, Abuín «ha dado plena validez» a su declaración ante la Guardia Civil. Dibujando una última línea de defensa, el abogado ha avanzado que pedirá un análisis del estado mental de su defendido y ha alegado que colaboró en la localización del cuerpo de la joven «para mitigar en la medida de lo posible el sufrimiento de la familia».

Mientras el Chicle se negaba a declarar, el Ayuntamiento de Rianxo, el municipio coruñés donde fue hallado el cadáver de Diana, decretó ayer tres días de luto. «Nos ha golpeado la maldad en la misma puerta», afirmó el alcalde Adolfo Muíños.