Tensa y larga mañana de nervios la que se vivió ayer en los pasillos de la Ciudad de la Justicia de Castellón en la primera sesión del juicio por el asesinato de Miguel Navarro Fernández, Maikel. Los dos acusados, dos chavales de 18 y 15 años --cuando cometieron el crimen tenían 17 y 14 años-- llegaban a primera hora al juzgado de Menores, custodiados por altas medidas de seguridad. En la sala: la magistrada Raquel Alcácer; el fiscal jefe de Castellón, José Luis Cuesta; los abogados de las acusaciones particulares: Miguel Bernat y Mar Campillo; así como los de la defensa: Mercedes y Fernando Falomir y Rosa Edo.

Más de un centenar de personas, amigos y allegados de la víctima, se concentraron en el exterior del edificio en señal de repulsa mostrando camisetas y carteles con la fotografía de Maikel, apoyando de esta manera a la esposa, a los padres y a los hermanos del fallecido al grito de «justicia».

QUIÉN ASESTÓ LOS HACHAZOS

Como ya era de prever, no hubo acuerdo de conformidad, como pretendían en un primer momento las defensas al negarse en rotundo los abogados de la familia de Maikel. Así, el juicio se inició con la declaración de los dos acusados, que, como ha podido saber Mediterráneo, se inculparon el uno al otro durante el interrogatorio respecto al grado de implicación y sobre quién había asestado los hachazos primero, cayendo, además, en ciertos momentos, en contradicciones. No obstante, ambos acabaron por confesar, como ya lo hicieron en sede policial y durante la instrucción de este terrible caso.

Durante las dos horas que duró el interrogatorio de los procesados, fuera de la sala, en los pasillos del juzgado, aguardaban expectantes los allegados de la víctima y también los de los acusados. En el mismo lugar, además, esperaban su turno dos cómplices del crimen. Unos instantes en los que hubo cruces de miradas, en un ambiente cortante y angustioso, mientras la familia de Maikel aguardaba su turno para testificar con paciencia, rodeados siempre por los suyos.

Llamaron a declarar a la esposa de Maikel, Sheila, la madre de sus dos hijos. Con entereza entró en la sala. Para ese momento los dos acusados ya habían solicitado permanecer ocultos tras un biombo, para no ver a la familia.

«COBARDES»

Al salir, aún con la puerta entreabierta, gritó: «Os volveré a ver en vuestro entierro, cobardes». Acto seguido se fundió en un abrazo con sus familiares. Al instante, la agente judicial llamaba al padre de Maikel, el exboxeador Miguel Navarro, el Colorín, que entró convencido y muy sereno. Y tras él, prestó su testimonio Vallivana Fernández, la madre, que entró con los ojos llenos de lágrimas. Tras declarar los hermanos, la vista aún acogió a una treintena de testigos.