«Antes de morir tuvo que suceder algo espantoso». La narración de la agonía de Diana Quer convirtió la cuarta jornada de la vista oral que se sigue contra José Enrique Abuín Gey, alias El Chicle, en la más dramática de la primera semana de juicio.

Rostros desencajados y sollozos en la sala, tanto por el relato de los buzos que rescataron el cuerpo en postura antinatural de la joven madrileña del silo de la nave de Asados en el que permaneció durante 500 días, como por el visionado de los vídeos, que el único encausado no miró.

La fiscal Cristina Margalet quería remover conciencias, sabedora de la importancia de demostrar que hubo un móvil sexual porque de ello puede depender una condena a prisión permanente revisable y por tanto se ha afanado en la posición del cadáver, con las piernas extrañamente abiertas, que los expertos ven como algo insólito bajo el agua.

La defensa, ejercida por María Fernanda Álvarez, mantiene la inexistencia de vestigios biológicos que acrediten que existió tal abuso por parte del acusado.

Por los detalles aportados pero que ha visto necesarios para saber dónde estaba la brida con la que supuestamente el Chicle estranguló a la adolescente, Juan Carlos Quer, padre de la víctima, confesó estar totalmente «descompuesto» por no entrar en sus cabales «que haya personas que sean capaces de hacer lo que este individuo ha hecho».