Condenado a 15 años de cárcel por el asesinato de su vecino de Benicarló, al que disparó en la cabeza con una escopeta porque le molestaban los ladridos de sus perros. Manuel Enrique A.A. deberá indemnizar además con 150.000 euros a la esposa de la víctima y con otros 10.000 euros a cada uno de sus dos hijos.

Así lo ha estimado la magistrada de la Sección Primera de la Audiencia Provincial, Aurora de Diego, presidenta del tribunal y encargada de dictar la sentencia condenatoria, tras declarar el jurado popular culpable a Manuel Enrique A.A. durante la noche del pasado día 10 de «matar con violencia y sin posibilidad de defensa» a la víctima, tal y como publicó en exclusiva Mediterráneo.

La jueza ha aplicado al procesado dos circunstancias atenuantes: la de dilaciones indebidas y la de confesión, rebajando en un grado la condena por asesinato.

El emotivo alegato final del procesado, que hizo llorar a tres miembros del jurado al pedir perdón a la familia del fallecido y a la suya propia y sostener que el disparo fue accidental, no fue suficiente para que los miembros del tribunal del jurado creyeran en su inocencia. Por la mínima de siete votos, era declarado culpable de asesinato. La defensa del acusado ha anunciado a este diario que recurrirá el fallo.

LOS HECHOS / Los hechos por los que ha sido sentenciado se remontan al verano del 2014, cuando la víctima y Manuel Enrique A.A. eran vecinos en un edificio de la avenida Papa Luna de Benicarló. Las desavenencias entre ellos fueron habituales durante días con motivo de los ladridos de los tres perros que el fallecido tenía en su domicilio.

El 26 de agosto, tras una discusión entre las mujeres de ambos, Manuel Enrique A.A. cogió una escopeta del comedor de su vivienda y disparó a la víctima en la cabeza, a una distancia de 50 centímetros, tal y como confirmaron los peritos durante el juicio, que prolongó durante tres jornadas en Castellón.

«Después de matar a mi marido lo vi tan contento», declaraba la mujer de la víctima, mientras sus dos hijos pedían «justicia» y aseguraban que el acusado, al que se refirieron como un «monstruo», les había «destrozado la vida».

En su alegato final el asesino ya condenado aseguró «arrepentirse cada día» de lo ocurrido y afirmó que «ojalá» hubiera sido él quien «perdiera la vida». Pidió perdón a la familia del fallecido y aseveró que «apechugaría» con la condena impuesta.