Tres meses de la desaparición. Cada nuevo día sin que aparezca el cuerpo de Marta Calvo es una losa más para su familia, que hoy contabiliza 92 días sin más noticias sobre ella que la aparente confesión de su presunto asesino.

El reloj marcaba las 3.32 horas de la madrugada cuando la madre de Marta Calvo recibió el último whatsapp de su hija. Era el 7 de noviembre y la chica, de 25 años, le estaba enviando la ubicación de la casa a la que la había conducido el hombre con el que iba a tener un encuentro sexual. Era lo pactado. Una medida de seguridad que su madre le había suplicado y que ella cumplía a rajatabla. Y que, a la postre, ha acabdo siendo la clave que permitió a la Guardia Civil llegar hasta su presunto asesino, detenido y en prisión desde el 10 de diciembre pasado.

Pero no es un caso cerrado. Al contrario. Hoy se cumplen tres meses, 92 días con sus noches, sin que la familia haya podido recuperar y enterrar sus restos. Quienes están cerca de su madre, de su hermano y de su padre reproducen sus gestos de abatimiento. «Están destrozados. Hundidos. Cada día que pasa es una losa más grande». Reciben apoyo psicológico, pero nada puede paliar la desesperación de no saber qué le hizo, dónde la abandonó. Dónde está.

Su presunto asesino, Jorge Ignacio P. J., traficante de cocaína, se entregó a la Guardia Civil en la madrugada del 4 de diciembre. Llevaba tres semanas huido. Mucho tiempo para preparar su declaración y hasta su defensa. De hecho, nunca ha confesado su asesinato; solo haberla descuartizado después de lo que él ha calificado como una muerte accidental durante una cita sexual con cocaína.

Durante cinco horas, expuso ante el equipo de Homicidios de la Guardia Civil de València y de la UCO sus idas y venidas para comprar los serruchos, las bolsas de basura, los guantes, el amoniaco y el desatascador para desmembrar el cuerpo sobre el plato de ducha de la planta baja de la casa de Manuel que tenía alquilada y limpiar todo rastro de su acción. Y también detalló en cuántas bolsas distribuyó los restos y en qué contenedores de Silla y Alzira los había arrojado en el periplo que dijo haber emprendido en las primeras horas del viernes, 8 de noviembre, 24 horas después de la muerte de Marta.

El análisis de algunos de los teléfonos utilizados por el sospechoso, junto con unas pequeñas muescas en el polímero del suelo de la ducha y tres restos biológicos atrapados en una arqueta de desagüe, han llevado a la Guardia Civil a creer que decía la verdad. Sobre todo, porque el posicionamiento de los teléfonos encajaba con su relato.

Rastreos sin descanso

Por esa razón, un grupo de guardias civiles, pertrechados con monos de protección, mascarillas, guantes y rastrillos, peinan desde el pasado 18 de diciembre, centímetro a centímetro y sin más descansos que los impuestos por las inclemencias, la caída de la noche y las libranzas de obligado cumplimiento, los 8.000 metros cúbicos de basura compactada con tierra que forman el enorme prisma que los responsables del vertedero de Dos Aguas han señalado como el lugar al que habrían ido a parar los residuos orgánicos recogidos en aquellas noches.

Dentro de once días, se cumplirán dos meses del inicio de esos rastreos. Sin resultados relevantes. Han encontrado huesos, pero todos ellos de origen animal. Los agentes siguen moviendo los residuos, cribando y enviando fotos al forense designado para este caso sin perder la esperanza. Mientras no hayan removido hasta el último centímetro, no darán por perdida la búsqueda. La previsión es que esa labor se prolongue aún por varias semanas más. Y no se descarta ampliar el agujero abierto en la aplanada superficie de ese vertedero.

Pero tampoco se ha desechado la posibilidad de que Jorge Ignacio P. J. esté mintiendo, sobre todo, porque los investigadores le han pillado en numerosas falsedades y porque, a estas alturas, cuentan ya con el testimonio de más de una decena de mujeres que sobrevivieron a encuentros sexuales con él y que relatan un mismo patrón de intoxicación con cocaína administrada a traición. Algo que, unido a su relación con la muerte de otras dos chicas, lo señala cada vez más como un posible homicida en serie.