Compañerismo, experiencia y sentido común. Estas fueron las claves que acompañaron a los tres espeleólogos que durante más de 24 horas estuvieron atrapados en una cueva de la Sierra de Albarracín, en Teruel. Dos de ellos, de Vila-real, integrantes del Club de Espeleología de esta ciudad, Felip Montoliu y Albert Marzo, junto a un amigo y miembro de un club de València, Miguel Azcona, que tuvieron a sus familias, equipos de rescate y medios de comunicación en vilo, porque durante más horas de las que les habría gustado, estuvieron en paradero desconocido.

Felip reconoce con cierto pudor que dentro de la cueva predominó la serenidad y la convicción de que «más pronto o más tarde, en unas horas o en unos días, nos rescatarían». Albergaban una única angustia, el malestar que su tesitura podría generar entre sus seres queridos.

Este trío de espeleólogos es conocido entre sus compañeros por su amplia experiencia. De hecho, ofrecen cursos para, entre otras cosas, hacer frente a complicaciones como la que ellos protagonizaron; de ahí que sabían perfectamente cómo hacerle frente.

A la pregunta de si hace falta una fortaleza psíquica especial para afrontar bajo tierra un rescate, Felip Montoliu asegura que solo se requiere de «lógica».

Habían planificado una serie de actividades de montañismo en la zona de Teruel. Fue Montoliu el que animó a sus compañeros a adentrarse en una conocida cueva «que ya visité hace 10 años» y que pese a tener agua, no presentaba ningún riesgo adicional, dado que las previsiones meteorológicas eran favorables.

Por eso, nada los hizo imaginar que mientras realizaban su incursión, en el exterior arreciaba la tormenta. No tardaron en comprobar como aumentaba paulatinamente el nivel del agua, y «lo que debes hacer lo marca la lógica de las circunstancias, el no asumir riesgos innecesarios».

Su intención era salir por su propio pie, pero el agua y la precaución les aconsejaron lo contrario. No se preocuparon. «Avisamos a compañeros de que entrábamos a las 12.00 horas y que nuestra idea era permanecer dentro unas 6», explica. El margen para alzar la voz de alarma se dio por cumplido a las 00.45 horas.

Cuando sobre las dos de la madrugada los equipos de rescate comenzaron a buscarlos, Felip, Albert y Miguel, preparados para asumir una larga espera, abrigados y con suministros de luz, comida y agua suficientes, se limitaron a esperar y conversar. «En estos casos se habla mucho, de todo y se refuerzan las amistades», afirma el primero. Además, se aprende. Sobre todo si atiendes, porque gracias a ellos sabemos qué hay que hacer y qué no para sobrevivir a un imprevisto en las profundidades de la tierra.