La tragedia tiene nombres propios distintos, víctimas inocentes que solo tienen en común que murieron a manos de unos verdugos que abordaron la resolución de sus problemas con violencia dejando su huella en el relato más triste de la provincia, el de los hombres que un día decidieron asesinar a sus hijos para dejar tras de sí sufrimiento y desesperanza. Lamentablemente, el parricida de Cabanes no es el primero en Castellón que sesga la vida de su descendencia, algo que sucede, por regla general, con el propósito de infligir el mayor dolor posible a las madres. La versión más cruel --si pudiera medirse el sufrimiento-- de la violencia de género.

Dos niñas en Castelló

El precedente más reciente de parricidio en la provincia fue el que se produjo en el 2018 en Castelló. Ricardo Carrascosa utilizó una hacha para asesinar a sus dos hijas, de dos y seis años. La coincidencia con el caso de Cabanes es que, tras matar con ensañamiento a las dos menores mientras dormían, el padre evitó enfrentarse a las consecuencias de sus actos suicidándose.

Sentencia histórica

Óscar Lozano, de Benicàssim, no pudo eludir a la Justicia y ostenta el dudoso honor de haber sido condenado a la pena de prisión más contundente de la historia de la provincia por el asesinato de su pareja y por intentar matar a sus dos hijos, de 10 y 13 años, en el año 2016. La jueza fue implacable y lo sentenció en febrero del 2018 a 70 años de cárcel. Pero su decisión fue mucho más precisa. El condenado no podrá acogerse al tercer grado hasta que no cumpla la mitad de la pena --tendrá 75 años--, y le impuso 10 años de libertad vigilada tras una hipotética salida de prisión. Los dos hermanos, que sobrevivieron al apuñalamiento, declararon contra su padre en una intervención que la magistrada calificó de «total credibilidad», aunque el propio Lozano se declaró culpable de todos los cargos y pidió perdón. Su caso es una excepción dentro de la trágica norma que han seguido los parricidas de la provincia los últimos años, porque no se suicidó tras cometer el crimen.

Vila-real, año 2013

Vicente Monzonís Ortells, vecino de Vila-real, fue más fulminante que el parricida de Benicàssim. En el año 2013, este hombre de 51 años asesinó a su mujer y al hijo de ambos, de 10 años, antes de quitarse la vida arrojándose al vacío desde la terraza de su casa.

El modus operandi de los parricidas castellonenses es muy similar. Aprovechan que su familia duerme para perpetrar el acto criminal y el caso de Vicente Monzonís no fue una excepción.

La Policía Local encontró el cuerpo del hombre en la calle y al entrar en la vivienda, descubrió los cadáveres de su mujer y del menor en sus respectivas camas. Ella fue acuchillada y golpeada; el niño asfixiado.

Muerte en el hogar

Aunque es la mayoritaria, la violencia en el hogar no es patrimonio exclusivo de los padres. Así lo atestiguó Javier S. R, un hombre de 57 años que mató a golpes a su anciana madre en Vinaròs en diciembre del 2018. La investigación cuestionó desde el primer momento su estado mental, cuando los agentes de la autoridad lo encontraron en ropa interior y ensangrentado en las inmediaciones de la estación de tren de la localidad. En primera instancia dijo que lo habían secuestrado y torturado, aunque acabó acompañándolos hasta su casa, donde hallaron el cadáver.

Violencia de género

Estos crímenes --falta la confirmación en el caso de Cabanes--, a excepción del de Vinaròs, están tipificados como violencia de género, pues los parricidas buscan dañar a su mujer de algún modo. Y la provincia ha tenido que lamentar demasiados de estos delitos machistas, como el que tuvo lugar en Almassora en abril, el primer caso de violencia contra las mujeres de España durante el estado de alarma.