Domingo R.L., de 61 años, se sentó ayer en el banquillo de los acusados de la Audiencia Provincial de Castellón, acusado de asesinar al exalcalde de Ribesalbes, Antonio Valls, en agosto del 2015.

La Fiscalía pide para él una condena de 20 años de cárcel, una solicitud que la acusación particular eleva hasta los 25 por haber, presuntamente, atropellado intencionadamente a la víctima, de 71 años, y posteriormente haberla rematado a golpes con unas piedras en la cuneta de la CV-189, un lugar por donde el fallecido paseaba casi a diario.

El presunto autor se mostró ayer con muchas dudas y divagaciones durante su interrogatorio. Y es que si en su día se puso en contacto con la Guardia Civil motu propio para confesar que arrolló intencionadamente a Valls con su coche y que lo había planeado dos días antes, ayer dijo al tribunal no recordar esa confesión ni otras muchas cuestiones.

Minutos después reconoció, sin embargo, a preguntas de la acusación particular, que acabó con la vida del exalcalde porque el fallecido, supuestamente, le miraba mal. Y es que, tal y como relató Domingo R.L., el episodio de maltrato animal por el que fue detenido meses antes provocó que muchos vecinos cambiaran su actitud hacia él. Tal y como publicó en su día Mediterráneo, agentes de la Guardia Civil lo detuvieron en abril del pasado año tras haber ahorcado a sus dos perros en su propiedad.

CONTRADICCIONES / «Yo no tenía ningún problema con Antonio. Ese día yo llevaba más pastillas de la cuenta, ocho o nueve, y me dieron paranoia», explicó el acusado al tribunal, para, más tarde, contradecirse y asegurar que se le «cruzaron dos ardillas», se despistó y notó «un fuerte golpe».

Una afirmación la segunda que pusieron en duda los efectivos de la Guardia Civil de Tráfico, que declararon ayer durante la primera sesión del juicio. Los agentes confirmaron que, aunque el procesado les contó el día de los hechos «que se le habían cruzado dos ardillas y él había dado un volantazo», ellos no habían encontrado ninguna señal en la calzada de que se produjera un cambio brusco de dirección.

Domingo R.L. dijo también durante su interrogatorio que intentó socorrer a la víctima, practicándole un masaje cardíaco para ver si reaccionaba, y apuntó que por eso se manchó las manos de sangre. En un momento de su declaración recordó que el día después llamó al cuartel de Onda para confesar que el atropello no fue un accidente, aunque, segundos después, añadió que no era capaz de recordarlo.

«Últimamente Antonio no me hablaba y me miraba mal. Me arrepiento mucho de lo que hice», concluyó el procesado.

CONFUSIÓN INICIAL / Los guardias civiles que declararon ayer como testigos reconocieron que, en un principio, se pensó que se trataba de un accidente de tráfico al uso. Al presunto asesino se le realizó la prueba de alcoholemia y de drogas y, al dar ambas negativas, se le dejó marchar a su casa.

Fue al día siguiente, con su confesión voluntaria, cuando se procedió a su detención.

El juicio continúa hoy con las declaraciones de los médicos forenses y los informes finales. H